Se acaba el tiempo, y si antes del próximo domingo, Canadá y Estados Unidos no anuncian un acuerdo en sus negociaciones bilaterales, estaremos en la antesala de la firma de un tratado de libre comercio entre México y Estados Unidos.
Esto claramente anularía el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), tal como se lo propuso el presidente Donald Trump.
La realidad es que en las semanas recientes fueron muy tímidas las voces de las autoridades mexicanas, tanto entrantes como salientes, al momento de exigir la inclusión de Canadá en el arreglo comercial tripartita, tal como iniciaron las conversaciones durante el verano del año pasado.
El gobierno de la Casa Blanca supo encontrar el punto débil de México, y lo llevó al terreno que tanto quería Trump de la bilateralidad.
¿Los negociadores mexicanos fueron inocentes o fue la presión política lo que los llevó a aislar a Canadá?
Cuando el tema automotriz estaba a punto de romper por completo la posibilidad de una renegociación del TLCAN, surgió la idea de una negociación por separado de Estados Unidos con México, con el que se mantenían más conflictos en el tema automotriz, en el entendido de que cualquier resultado bilateral beneficiaría a Canadá.
Y así, como los adolescentes que dicen que una cosa llevó a la otra, Estados Unidos y México acabaron negociando no sólo el sector automotriz, sino todo lo demás. La cláusula sunset, la solución de controversias y demás.
Canadá nunca tocó fuerte la puerta de la alcoba negociadora, como para exigir su entrada a lo planteado originalmente como un ménage à trois. Mientras que en el interior México cedía a muchas de las pretensiones estadounidenses.
El Gobierno norteamericano sacó provecho de otro factor adicional: México tiene dos Gobiernos. Uno que quiere irse con la gloria de haber firmado la renegociación y uno nuevo que no quiere asumir la responsabilidad de lo que no negoció.
Durante las semanas previas al anuncio del acuerdo bilateral, hábilmente los negociadores estadounidenses aislaron a los representantes de López Obrador, lo que evidentemente ejerció presión en el experimentado equipo de Peña Nieto.
Y de que lloren en Quebec a que lloren en Los Pinos, México aceptó las condiciones de un acuerdo bilateral, no ideal, que ciertamente ahorra muchos dolores de cabeza financieros y comerciales al país.
Así que las autoridades mexicanas dejaron de poner como condición el mantenimiento del acuerdo tripartita y empezaron a hablar de la posibilidad de un pacto entre dos al que se podría sumar Canadá.
La suerte estaba echada para los canadienses, México tenía razones políticas para aceptar las condiciones de Donald Trump y no abogar más por los socios del Norte.
Los canadienses no culpan a México, su argumento es que ellos no van a hacer tantas concesiones como lo hicieron los mexicanos para mantener un pacto con Estados Unidos.
Pero que no quede duda, con el tiempo vamos a extrañar a los canadienses si se concretan las cosas como están.