Homenaje a las víctimas; olvido a los asesinos
En la Cámara de Diputados develamos, con letras de oro, la leyenda “Al Movimiento Estudiantil de 1968”. Pero no es suficiente, ya que debemos seguir alzando la voz para pedir justicia por todos los que murieron aquel 2 de octubre.
Desde la tribuna más alta del país, expresé al Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, que por decreto y con las facultades que se le confieren al Congreso de la Unión, eliminar cualquier nombre de Gustavo Díaz Ordaz que se encuentre en placas, calles, avenidas o parques de nuestro país.
El nombre de este negro personaje no merece ser glorificado y ni el de los caídos debe ser olvidado.
La Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, se pintó de rojo; quienes estuvieron ese día y regresan al lugar dicen que todavía huele a pólvora, a desgracia.
El crimen no puede quedar impune. Por eso, el PRD interpondrá una querella ante la Corte Internacional de Justicia, con sede en La Haya, para que se castigue a los genocidas del 68. Los delitos de lesa humanidad no prescriben, y quienes murieron a manos del Estado autoritario y represor merecen justicia.
La lucha que emprendieron los estudiantes de hace 50 años fue clara. El Consejo Nacional de Huelga, órgano creado para coordinar todas las movilizaciones y protestas de los estudiantes, presentó al gobierno de Gustavo Díaz Ordaz un pliego petitorio.
Libertad a los presos políticos, regulación de los delitos de disolución social, exigieron la desaparición del cuerpo de granaderos, solicitaron la destitución de los jefes policiacos, pidieron se indemnizara a las víctimas de los actos represivos, así como castigo a los funcionarios responsables de actos de violencia contra los estudiantes; nada sucedió.
No podemos permitir, nunca más, crímenes de Estado. Nuestra lucha deber ser por garantizar un Estado de libertades, donde la voz de todos sea escuchada, y no acallada por las armas.
¡2 de octubre no se olvida, 2 de octubre nunca más!