La decisión de construir o no el aeropuerto de la Ciudad de México será inevitablemente política, con relativa independencia de los diagnósticos y pronósticos que se presenten.
Será construida inevitablemente alrededor del tipo de relación que desee constituir el gobierno de Andrés Manuel López Obrador con el sector financiero, con un grupo de empresarios de relevancia global nacional y extranjera y el tipo de señales que desea comunicar hacia el resto de su administración.
El aeropuerto capitalino fue inaugurado en 1952, seis años después que el de Heathrow, el cual inició actividades el 1 de enero de 1946. Inglaterra es un buen ejemplo de lo que el aeropuerto más transitado de Europa ha podido hacer en estos 72 años: con base en el mismo centro de operación aeroportuaria se extendió la red de instalaciones correspondiente y, al mismo tiempo, se amplió su capacidad.
Quienes propusieron el NAIM, desde el inicio, diseñaron un plan de negocios que incorporaba tres gigantescas variables.
La primera era conservar el poder político entre el grupo de aliados del PRI y el PRD y de las familias predominantes de la clase política y financiera; la segunda era generar un espacio de usufructo inmobiliario donde quedará desplazada la operación aeroportuaria capitalina y la tercera generar un esquema general de ocupación inmobiliaria alrededor del nuevo aeropuerto que supuestamente quedaría construido en Texcoco para el año 2021.
A ese conjunto gigantesco y diverso de negocios fueron invitados una multiplicidad de socios como pocas veces se ha visto en América Latina. Incluido Bancomer, cuya crisis sería gigantesca de no construirse. La presión para resguardar el plan de negocios financiero de esa institución ha sido enorme, y ha llegado a Claudia Sheinbaum y a una decena de personas del primer círculo de AMLO. Junto con ese banco, una variedad de accionistas verían en riesgo su apuesta previa a 2017, cuando a la mitad del año era evidente que AMLO podría ganar las elecciones.
El peso de los intereses alrededor del aeropuerto solamente pudo ser contrapesado y acaso superado por la modificación de la correlación de fuerzas políticas impuesta por la aplastante victoria de AMLO.
Otra vez al ejemplo inglés donde el Gobierno tiene derecho a investigar las cuentas de particulares ante la evidencia de enriquecimiento inexplicable: en Heathrow comenzará la construcción de una tercera pista que incrementará la capacidad a 130 millones de pasajeros por año y 740 mil movimientos anuales. No decidieron moverse a otra ciudad.
Actualmente por Heathrow pasan al año 78 millones de pasajeros contra 44 millones del aeropuerto capitalino. Heathrow tiene una extensión de mil 227 hectáreas y el Benito Juárez, de 770 hectáreas en sus dos terminales. El proyectado Aeropuerto de Texcoco contaría con cuatro mil 300.
Desde el inicio de la planeación del NAIM existían formas de extender la capacidad aeroportuaria a un esquema semejante al de Londres, con una extensión ciertamente menor.
La valoración de la alianza de intereses políticos y financieros del momento era que el plan de negocios continuaría con la derrota de AMLO y del PRD en la CDMX.
@guerrerochipres