Ni siquiera la espectacular victoria de los Bleus en el Mundial de Futbol de Rusia le ayudó a favorecer la popularidad. Emmanuel Macron, que en mayo de 2017 tomó el poder convirtiéndose en una bocanada de aire fresco en un mundo atemorizado por Trump y por el Brexit, atraviesa el peor momento de su mandato.
De hecho, en menos de 17 meses pasó de ser “el Kennedy galo” al Presidente más impopular de la V República francesa. Hoy sólo 30% aprueba la gestión del mandatario, cuyas promesas de construir un Estado ejemplar y regenerar el país de arriba a abajo se han diluido como lágrimas en la lluvia.
¿Cómo explicar esta abrupta caída? Primero estalló el escándalo Benalla, el antiguo jefe de seguridad del Presidente que, disfrazado de policía, golpeó a dos manifestantes indefensos en una protesta antigubernamental. El video con la bochornosa escena, digna de una república bananera, dejó en estado de shock a la opinión pública. Fue un golpe brutal para la imagen del Jefe de Estado.
Al caso Benalla se agregó rápidamente el portazo de los ministros más populares del gabinete, el de Ecología, Nicolas Hulot, y la titular de Deportes, Laura Flessel. Por si no fuera suficiente, abandonó el Gobierno uno de sus pilares, el responsable del Interior, Gérard Collomb, y la pieza clave del macronismo lo hizo criticando la falta de humildad del mandatario y su desconexión de la vida de la gente común.
La opinión de Collomb la comparte la inmensa mayoría de los franceses. El 80% le reprocha su actitud monárquica de gobernar y su arrogancia. Más de 70% lo tacha de autoritario y piensa que sus reformas neoliberales favorecen a los ricos y hacen más pobres a los pobres.
Hace un año y medio aparecía como un encantador de serpientes, capaz de dinamitar el panorama político rompiendo con la tradicional división izquierda-derecha. Hoy, las frenéticas reformas del antiguo banquero de negocios agobian y hacen que arrastre la etiqueta de “Presidente de las élites”.
Tampoco le sonríe al Presidente la situación económica del país. En el segundo trimestre del año, Francia tuvo el crecimiento del PIB más bajo de toda la Unión Europea (0.2%). La deuda pública roza 98%, el desempleo supera 9%. El descenso del poder adquisitivo aunado al aumento generalizado de los precios y de los impuestos completa el cuadro, nada alentador.
Quedan poco más de siete meses para las elecciones europeas y ya se palpa en el ambiente un tenso enfrentamiento entre la línea ultraderechista Orban-Salvini y la opción liberal que defiende Macron. Si no recupera pronto su credibilidad, el mandatario galo lo tendrá muy difícil a la hora de frenar el auge de los nacional-populistas en el Viejo Continente.