El mercado no dice quién es mejor, pero sí quién genera más.
Bajo esa premisa, si Saúl Álvarez recibirá 365 millones de dólares por once peleas en cinco años, es porque, evidentemente, quien se los pagará está convencido de que eso y muchísimo más obtendrá a cambio.
Ya luego podremos debatir las razones detrás de tamaño contrato: si la fuerza mediática del Canelo, si el pedestal al que ha logrado subirse en el pugilismo tras derrotar a Gennady Golovkin, si la relevancia de los mercados específicos que ataca (el latinoamericano y, sobre todo, el hispano en Estados Unidos), si la inexistencia de nuevas figuras boxísticas con capacidad aparente para crearle sombra, si las marcas que atrae su deporte.
Como sea, nunca habíamos visto a un mexicano en lo más alto de la lista de salarios en el deporte. Ni Fernando Valenzuela (en 1981 tanto Cy Young como novato del año), ni Hugo Sánchez (Bota de Oro en 1990, como máximo goleador de Europa), ni Julio César Chávez (mejor boxeador libra por libra a fines de los ochenta), ni cualquier otro deportista de nuestro país, llegó a encabezar ese listado.
El que vaya a ingresar más que las estrellas de Grandes Ligas, NFL y NBA, y algo parecido a lo que reciben Lionel Messi y Cristiano Ronaldo (si añadimos contratos publicitarios), no necesariamente significa que domine su disciplina como los demás lo hacen. Sí, una revaloración de lo que representa.
En México se ha convertido en actividad común el criticarlo y ningunearlo. Cuando le fue concedida la decisión ante Golovkin, muchísimos de los compatriotas del Canelo se mostraron indignados. Por entonces, describía en este espacio lo extraño de este fenómeno: mientras que normalmente quienes no son expertos suplen la falta de argumentos con patriotismo (es decir, apoyando al propio), con Saúl pasa lo opuesto.
Un boxeador al que no se le perdona el big brother al que fue sometido por la cobertura televisiva en sus inicios, afán un tanto prematuro de hacerlo ídolo. Circunstancia que no pude bloquear la realidad: vencido Golovkin, haya sido con mucha o nula claridad (concedamos, al menos, que el kazajo jamás había sido tan golpeado), hoy Saúl es el rey del cuadrilátero…, y como tal cobrará.
En medio de tan virulentos ataques, tanto los apasionados del boxeo como los seguidores de ocasión habrán de admitir: para acceder a esas cifras no basta la suerte. Aquí ha existido muchísimo trabajo. Caiga bien o mal el personaje, eso nadie debería rebatirlo: que detrás de esa millonada ha existido una tremenda entrega a su profesión, un gran afán por hacerse mejor. Y que si lo cobra, es porque lo merece.
Twitter/albertolati
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