Resulta imposible –y sería necio– negar la crisis humanitaria que por motivos de violencia, crimen y dictaduras se vive en el centro y el sur del continente. Por eso durante décadas se vive un éxodo humanitario, permanente, al Norte.
Sin embargo, también es imposible negar la “mano negra” en éxodos como el de miles de hondureños que hoy cruzan territorio nacional rumbo a la frontera con Estados Unidos y que -por el tiempo y la forma- tiene todos los ingredientes de ser un montaje con fines políticos. ¿Por qué un montaje?
Porque si acudimos al “manual del dictador”, esa caravana no sólo es una expresión de la brutal realidad que se vive en Honduras y muchos países del centro y el sur del continente.
No, lo cierto es que la caravana también tiene una potente utilidad político-electoral tanto para el nuevo Gobierno mexicano -para conseguir un nuevo señuelo con el fin de probar su presunta superioridad moral, ahora a nivel internacional-, como para el sátrapa Donald Trump que con el manoseo de la caravana tratará de ganar las elecciones intermedias en su país.
Pero vamos por partes.
Primero, vale recordar que si en México alguien conoce la utilidad política de las caravanas de miles de personas –de su lugar de origen al otro extremo del país- es el líder llamado Andrés y apellidado López Obrador.
Durante más de una década –en los 90 del siglo pasado-, Obrador organizó media docena de éxodos de tabasqueños al entonces DF; que lo mismo reclamaban un supuesto fraude electoral contra AMLO, que pedían reivindicar al gremio de basureros y hasta exigían el cierre de pozos petroleros que supuestamente contaminaron tierras de cultivo.
Y si dudan, en el Diario de Debates del Senado –en 1992- consta la confesión de parte del entonces senador Manuel Camacho, quien luego de uno de esos éxodos le entregó nueve mil millones de aquellos pesos a López Obrador, para levantar el plantón en el Zócalo, luego de un éxodo se semanas.
Camacho, junto con AMLO, era maestro para crear grandes conflictos y, luego, como por arte de magia, dar solución. Así, Camacho aparecía como “el salvador de la patria”.
Hoy, por pura casualidad, el hijo político de Camacho Solís es Marcelo Ebrard, futuro canciller mexicano y a quien corresponderá resolver la crisis política, diplomática y humanitaria de la caravana de hondureños que cruza México.
Pero existe otra curiosa casualidad; que la esposa del futuro canciller mexicano, Marcelo Ebrard, es una diplomática hondureña con presunto vínculo con los organizadores de la marcha de miles que salió de Honduras con rumbo a la frontera norte de México.
Al final –y más allá de ganancias político-electorales-, el gobierno de Peña Nieto tiene la mesa puesta para dar al mundo un ejemplo de soberanía y respeto a los derechos humanos.
Y es que el maltrato de migrantes mexicanos allende la frontera norte –y que todos cuestionan-, no se puede repetir en la frontera sur. Y tampoco podemos permitir que el éxodo se convierta en un engaño y una farsa.
Al tiempo.