A la hora de escribir estas líneas, el Senado, que como sabemos tiene mayoría obradorista, se dispone a aprobar la propuesta de Olga Sánchez Cordero para despenalizar la mariguana en todos los planos; es decir, sí, el médico, ya muy discutido, pero también el lúdico y el comercial. Esta vez, aplauso para la cuarta transformación (pese a que la propuesta hubo que arreglarla porque bueno, se le botaban las costuras por todas partes, como cuando dice “Distrito Federal” en vez de “Ciudad de México”).
Mejor que hablen los que saben, pero no hace falta más que un poco de sentido común para entender que esa prohibición, primera de muchas parecidas que deberían desaparecer –es de suponerse y desearse que se regule la producción de amapola más temprano que tarde–, es un despropósito ajeno al sentido común y la civilización. ¿Contribuirá a disminuir la violencia? Depende qué entendamos por violencia. La que se deriva del tráfico de drogas, esa que practica directamente el crimen organizado, no, o no en la escala deseable, ni de cerca.
Pero hay otras formas de violencia que es urgente contrarrestar. Antes que ninguna, la de tanta gente procesada y encarcelada, en cárceles mexicanas; además, con lo que conllevan de corrupción y, sí, violencia, por el pecado de fumarse un churro o cargar unas hierbas en el bolsillo. Es inconcebible que en un país eso, civilizado, se arruine la vida de tanta gente, mucha de ella joven, por algo así. De nuevo, aplauso por el aviso de Ricardo Monreal que da prioridad a la liberación de esa gente. Ojalá que sea pronto, y que se el senador se ocupe de eso en vez de tumbar a la bolsa por una guerra inaudita contra la banca.
Más allá de la minucia técnica y legal, de si la propuesta se queda corta o no –permite la producción de mota con permisos renovables de 10 años y un tope anual de 480 gramos, el consumo en lugares públicos y la exportación, aunque no publicitarla en medios–, es celebrable, sobre todo, la carga liberal de la medida, en un casi Gobierno que no anda sobrado de eso, de liberalismo, y una Legislatura que lo sigue sin matices críticos. Y es que la propuesta de Sánchez Cordero reconoce la capacidad de los ciudadanos para decidir sobre su cuerpo y su mente como individuos, sin paternalismos e imposiciones.
En un clima tan opresivo como el que se respira, con descalificaciones a rajatabla por tu condición fifí, derechaira o chayotera, o sea por ejercer tu libertad de pensamiento, tu criterio, esta muestra de respeto, este viraje libertario, es una bocanada de aire fresco.