En el caso de la crisis que vive el PAN y la renuncia de Felipe Calderón, el juego de palabras del refranero popular resulta doble.

Es decir, el ex presidente de Acción Nacional y ex presidente de los mexicanos –clasificado como el mejor Presidente de la historia–, mandó al diablo a su partido, el PAN.

“Con su PAN se lo coman”, dijo Calderón a sus ex compañeros, luego del enésimo portazo de los azul a la corriente de los llamados “calderonistas”.
Y es que el PAN de Ricardo Anaya le dio portazo a Margarita Zavala cuando ésta buscó una diputación federal; le dio portazo cuando buscó la candidatura presidencial –a pesar de que punteaba las encuestas–, y le dio portazo cuando los hijos de los Calderón no pudieron militar en el PAN. En el partido de Anaya, nunca hubo lugar para los Calderón.

Y si dudan, apenas el domingo, luego de una grosera campaña con dados cargados, el anayista Marko Cortés se alzó con la victoria como presidente del PAN, sobre el nieto del fundador, Manuel Gómez Morín.

Pero el tema de fondo son las razones por las que Calderón se fue del partido de su vida, del partido de su esposa y el de los padres de ambos.
Lo cierto es que Calderón se fue porque una pandilla de pillos –a los que poco o nada importa la doctrina heredada por los fundadores y menos los principios del PAN–, hicieron del partido azul todo aquello que cuestionó del viejo PRI; un partido antidemocrático, corrupto y de simuladores.

Hoy, luego que Ricardo Anaya asaltó la dirigencia del PAN, luego que despojó al partido de la candidatura presidencial, luego que pactó una alianza perdedora y contranatura –con el PRD–, y luego que Anaya hizo reformas estatutarias que abrieron la elección de la dirigencia a todo el padrón –lo que propició la vulgar compra de votos–, el PAN no tiene nada que no sea medrar con el poder y la política.

En pocas palabras, resulta que en la peor crisis que ha vivido el PAN, cuando debe ser una oposición real, fuerte, inteligente y con un proyecto soportado en su historia; el PAN de Ricardo Anaya –a través de su títere Marko Cortés–, expulsó a lo mejor que tiene; al mejor Presidente en la historia y a la mejor candidata presidencial que ha tenido.

Pocos en el PAN entienden que para enfrentar al Gobierno populista de López Obrador, el partido debió voltear a su origen, cuando enfrentó al Gobierno populista de Lázaro Cárdenas.

En lugar de caminar al origen y en dirección a una refundación, el PAN le entregó la dirigencia a un político pillo, cuyo único referente es ser “padre de los moches”.

Y es que, sin entender el momento que viven el país y el PAN –porque ignoran la historia azul–, Ricardo Anaya y su pandilla renunciaron a dar otro paso histórico; ser el partido que rescate a México del populismo y la pulsión dictatorial.

Y, sin entender el papel de oposición y contrapeso, Anaya entregó a los Calderón la historia de México; el rescate del país, con un nuevo partido. Y sí, frente a la nueva torpeza, “con su PAN se lo coman”

Al tiempo.