Igual que en las golpizas públicas a Enrique Peña Nieto –luego de escándalos como la Casa Blanca y los 43-, de nuevo el Presidente resultó apaleado. ¿La razón?
Otra vez los Trump. Sólo que hoy el yerno, Jared Kushner, fue galardonado con la condecoración del Águila Azteca, por Enrique Peña Nieto.
Lo curioso es que igual que antaño, hogaño saltaron las buenas conciencias, los adoradores del “mil máscaras” –por sus muchas caretas- y los políticamente correctos que, a una sola voz, acusaron al Presidente de “traición a la patria”. ¿Por qué le dicen traidor…?
Por aplicar la diplomacia, para lo que fue creada; corresponder por un acuerdo de beneficio mutuo, en este caso el nuevo tratado comercial, entre los dos países.
Pero a estas alturas a pocos les importa la diplomacia, y menos sus beneficios y obligaciones. Importa regresar al deporte favorito del sexenio: “madrear al Presidente”. ¿Por qué? Porque ya se va.
Por eso la avalancha de mentadas de madre. Por eso el socorrido “¡pinche Peña Nieto!”, a pesar de que la mayoría de los que despotrican contra el Presidente saliente callan cuando el nuevo Presidente se aferra a invitar a su toma de posesión a sátrapas como Nicolás Maduro y Evo Morales.
¿Cuál sería la peor traición o cuál estrategia diplomática la más deleznable; entre condecorar al yerno de Trump o someterse ante dictadores como Maduro, Evo y Ortega? ¿No es más vergonzoso que “las juventudes” de Morena sean adoctrinadas para aplaudir a un criminal como Maduro y que la presidenta de Morena aplauda a otro criminal como Castro, que entregar un galardón al facilitador del TLC?
Muchos de los que apalean a Peña Nieto por el nuevo escándalo, poco o nada dicen ante la aberración de AMLO al mantener como invitados a los dictadores y criminales.
¿Qué es más ofensivo, entregar a Jared Kushner la condecoración del Águila Azteca o la confesión de parte –de que el gobierno de Obrador será dictatorial que no respetará la legalidad y menos a la Constitución- de Paco Ignacio Taibo II, quien sin el menor rubor presume la violación constitucional y la imposición de su cargo con un vulgar “¡se las metimos doblada…!”. Pocos de los que apalean a Peña dicen algo de la grosera confesión.
¿Qué es más ofensivo –no sólo para las empresas, locales y foráneas- sino para los ciudadanos de a pie, para millones de trabajadores que vieron cancelado su futuro, que Peña Nieto condecore a un indeseable o que López Obrador engañe a millones de mexicanos con una consulta mentirosa, que es utilizada para tirar la mayor obra en décadas?
Sí, “¡pinche Peña Nieto…! ¡A quemarlo en leña verde por atreverse a poner en marcha muchas de las políticas públicas, de los programas y las reformas que hoy, en el nuevo Gobierno, seguirá a pie juntillas el electo López Obrador!
Pero más allá de las mentadas de madre; de la arrogancia y la miserable siembra de odio que festejan otros, el tiempo colocará al de Peña Nieto como un Gobierno de excelencia frente al de AMLO. ¿Lo dudan?
Al tiempo.