Insuficientes para su unión la cultura, la tradición, los valores, siglos de historia común, el miedo a nuevas guerras (visto que cada confrontación superaba exponencialmente en sangre a la anterior), casas reales del todo mezcladas, incluso religiones con idénticos puntos de partida, Europa encontró en el futbol su pegamento definitivo. O, por ser más preciso, en los torneos continentales de futbol.
Lo que sea que hoy entendemos por Unión Europea, con ese eslogan In varietate concordia (Unidos en la diversidad), sería distinto sin lo que supone la Champions League, con la irrefutable unión de jóvenes de cada confín del continente, defendiendo a menudo a clubes de países ajenos.
Pegamento que se adelantó a comercio y política, cuando brotaron los primeros certámenes europeos: la Copa Latina, enfrentando desde los años cuarenta a los campeones de Portugal, España, Italia y Francia; la Challenge Cup que ya a fines del siglo XIX reunía a equipos del Imperio Austrohúngaro, de la cual derivó después la Copa Mitropa; la Copa de Ferias, que fue la primera en no recurrir a la ubicación geográfica, sino el mero hecho de que fueran ciudades sede de ferias internacionales (lo curioso fue que, muchas veces, acudían onces representativos de una localidad, como el London XI con elementos de Chelsea, Arsenal y demás).
De esos precedentes, pasamos en los años cincuenta a las competiciones ya reguladas por la UEFA, las cuales llegaron a nuevas dimensiones a mediados de los noventa, con la libre contratación de futbolistas europeos, justo cuando surgía el concepto Champions League.
¿Por qué traigo a colación todo eso? Porque la UEFA este domingo ha confirmado que instaurará un torneo más, especie de segunda división de la Europa League, en la que busca integrar a los humildes que no logren meterse en sus otros festivales.
Ligas como la rumana, albana, montenegrina, lituana, moldava, finlandesa, eslovena, noruega, irlandesa, chipriota, armenia, más equipos de menor presupuesto de Holanda, Portugal, Suiza, República Checa, Serbia, ahí podrán ver cómo se miden sus exponentes.
Casualmente (aunque no siempre, de ninguna forma estoy fijando una regla) son los países menos integrados a la noción europea, los que en muchas ocasiones están más alejados del elitista universo de la Champions League. ¿Conseguirán así, con un nuevo torneo que les considere, mayores grados de cohesión? Evidentemente, la Europa League II no nace para tales fines, sino para dotarles de competitividad y permitirles crecer en su desempeño.
Antaño, la Copa de Campeones de Europa incluía a los campeones más humildes, algo que cambió al abrirse a los primeros cuatro de las ligas más fuertes y exigir una fase eliminatoria a los demás. Todos ellos, hallarán sitio. Por donde le busquemos, una buena idea. Apertura e inclusión como puntos de partida.
Twitter/albertolati