Una especie de efecto trampolín: que cuando los más grandes clubes han caído en el descenso, muy pronto han salido impulsados no sólo para ascender, sino para vivir uno de los mejores momentos –o el mejor– en su historia.

Antes de profundizar en el caso River Plate, veamos unos cuantos ejemplos. Años antes de revolucionar el futbol con Arrigo Sacchi en el timón, el AC Milán estuvo en Serie B. Situación idéntica del Atlético de Madrid, que vagara hasta por dos temporadas seguidas en segunda, de donde emergió para ganar de nuevo la liga y convertirse en élite europea. O la Juventus, sancionada con la bajada de categoría en 2006 y que desde 2011 ha conquistado todos los scudettos, además de haberse metido a dos finales de Champions.

Similar resulta lo que hoy River Plate goza: a siete años del peor pasaje en la historia de la institución, ese instante en el que los seguidores de Boca se burlaban escribiendo RiBer en alusión a la categoría B en la que penaban, los de la banda roja viven una era dorada: cinco de los diez títulos internacionales que ha conquistado el club, han sido en este renacer desde 2012. Dos Copas Libertadores, una Copa Sudamericana, dos Recopas Sudamericanas.

Más allá del trabajo y el proyecto que cada cual ha seguido para volver a estar a la altura de lo que su uniforme exige, acaso existe otro motivo para ese efecto trampolín: que, en las más malas, la afición suele ser mucho más fiel; como si entendiera que no es opcional su apoyo, como si asumiera el descenso como afrenta o purgatorio propios, como si recibiera una consigna definitiva en la vida.

Algo parecido acontece a escala directiva, con la oportunidad idónea para reiniciar, para ser autocríticos, para forjar desde ceros toda una reinvención.
Qué equipo puede atreverse a quemarlo todo, sino el que ya tocó fondo, como River Plate en 2011. Así que insuflado de la mística que supuso tocar y abandonar el infierno, dotado de nuevas estructuras más plenas en humildad y apegadas a la actualidad, el gigante aprovecha ese tropiezo para impulsarse al cielo.

De saber que así de pronto vencerían a Boca en plena final de Libertadores, ¿los fieles de River habrían admitido el peor traspié de su historia? Imposible responderlo porque jamás existe manera de conocer lo que acontecerá, aunque es factible que hoy, en esta borrachera de euforia, la mayoría asegure que sí.

Por supuesto, también hubo gigantes que descendieron y ya nunca retomaron su grandeza (en Italia, el Torino; en Alemania, el 1860 Múnich; en Escocia, hasta ahora el Rangers), aunque en los casos más recientes, es evidente que el drama no sólo es provisional, sino incluso la piedra inicial en la construcción de una gran historia.

Twitter/albertolati

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *