Aún no habían desaparecido en la capital mundial del glamour las huellas de escenas de caos y violencia extrema de la cuarta jornada de movilizaciones de los chalecos amarillos, aún no se terminaba de establecer el balance exacto de heridos ni de los daños materiales por saqueo de comercios, destrucción de bancos, restaurantes y mobiliario urbano, y de pronto Francia recibió un nuevo golpe que le hizo recordar que vive no sólo en estado de emergencia social, sino también bajo alerta máxima por amenaza de atentados terroristas.

Escasas 24 horas después de que Emmanuel Macron, acorralado por los chalecos amarillos, anunciara una serie de concesiones -entre ellas el aumento del salario mínimo y la exención de impuestos a las horas de trabajo extra- para aplacar la ira de la llamada “Francia periférica”, un ciudadano francés de origen magrebí abrió fuego al grito de “Ala Akbar” contra una multitud en el tradicional mercadillo de Navidad de Estrasburgo, sede del Parlamento Europeo. El ataque, calificado oficialmente como ataque terrorista, dejó al menos tres muertos y 12 heridos, siete de ellos de gravedad.

Shock, estupor, incredulidad. Las teorías del complot se expandieron como un reguero de pólvora por las redes sociales. “Los servicios secretos franceses organizaron la matanza para extinguir la rebelión del pueblo harto de Macron”, “Es un atentado contra nuestra inteligencia”, “Lo hizo el Gobierno para prohibir toda clase de manifestaciones multitudinarias” es el tono de esos rumores que francamente rozan el delirio. Ya lo dijo Umberto Eco, la conspiración y el secreto siempre han fascinado a la humanidad porque las explicaciones más evidentes de muchos sucesos inquietantes no nos convencen, pues aceptarlas provoca demasiado dolor.

Alejado de la psicología de la conspiración, el Gobierno francés decidió elevar el nivel de alerta antiterrorista a “urgencia atentado” con un control reforzado en las fronteras y vigilancia extrema de la Policía y Ejército en todo el territorio nacional.

Vuelven a la memoria imágenes estremecedoras de París del 13 de noviembre de 2015, de la peor oleada de atentados islamistas que se cobró la vida -en una sola noche- de 130 seres humanos inocentes. Repasamos por enésima vez la película de horror de Niza del 14 de julio de 2016 -día de la fiesta nacional francesa más fúnebre- con 86 muertos y cientos de heridos.

Horas antes del ataque de Estrasburgo, los chalecos amarillos más determinados convocaban para el 15 de diciembre un acto 5 en París, un quinto sábado de protestas y revueltas anti Macron. ¿Arderá de nuevo la Ciudad Luz?, ¿podrá el estado de máxima alerta antiterrorista frenar la furia amarilla? De momento nadie lo sabe.

LEG