No parece que la Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed) realmente se haya alineado al dictado de los mercados, mucho menos a las estridencias del Presidente de ese país, Donald Trump.
Para los banqueros centrales, el comportamiento de los mercados es un indicador y los berrinches del republicano son más bien una anécdota.
Lo que sí debe apabullar a cualquier banquero central que tenga la obligación de mantener un sano comportamiento de la inflación y al mismo tiempo procurar un ordenado crecimiento económico, como los estadounidenses, son las señales de una baja económica que apuntarían hacia una recesión.
Los malabares que tienen que hacer Jerome Powell y el resto de los integrantes del Comité de Mercado Abierto de la Fed pasan mayormente por las alertas que mandan a los agentes económicos y, por supuesto, por las acciones que toman.
Hasta el cierre del año pasado, la señal era tener mucha atención en los indicadores de empleo, salarios y por supuesto precios para determinar la velocidad de respuesta monetaria. Había expectativas de dos aumentos este año.
Pero las circunstancias cambiaron. La guerra comercial de Estados Unidos y China, con las facturas ya evidentes en el Gigante Asiático, no es algo que esté bajo el control de la propia Reserva Federal.
No arregla mucho la Fed con el dedo en el gatillo del costo del dinero y sí por el contrario contribuye al nerviosismo de los mercados que ven la amenaza recesiva por la guerra comercial de un lado y la espada del dinero más caro pendiendo sobre sus cabezas.
Y para complicar más el trabajo de la Fed, el cierre parcial del Gobierno estadounidense enrarece más el panorama económico local y de paso complica la obtención de la materia prima estadística que necesitan los banqueros centrales para la toma de decisiones.
Entonces, por supuesto que la Fed se mantiene al tanto de los indicadores económicos que pudieran mostrar un calentamiento inflacionario en su economía. Pero serán más prudentes para reaccionar.
Así que un futuro reporte del empleo, de consumo o inflación que apunte a mayores presiones en los precios no deberá implicar el golpe de karate automático de la Fed que suba la tasa de interés de inmediato.
Si ven que hay presiones importantes, deberán voltear a los mercados, tocar la campana que indica que ahí viene el lobo y después reaccionar con un incremento. Todo más pausado.
Por lo tanto, los mercados deberán ser menos frenéticos al conocer esos datos.
La señal validada hasta hoy por los mercados es que se habrían detenido por ahora las posibilidades de un nuevo incremento en la primera parte de este año. Incluso, empiezan a darse lecturas de optimismo de los que esperarían que se pudiera dar un recorte en el costo del dinero.
Será, pues, el banco central estadounidense el que trate de aportar algo de prudencia en estos momentos tan revueltos. Ya del resultado de las negociaciones entre Washington y China o incluso entre republicanos y demócratas se tendrán que hacer cargo otros que no se distinguen precisamente por su prudencia.