Cuando a finales de los años 80, México se aprestaba a declarar la suspensión de pagos de su deuda externa, se establecieron mesas de negociación emergente entre el Tesoro de los Estados Unidos, la Reserva Federal y funcionarios financieros del Gobierno mexicano.
Algo de lo primero que sorprendió a los funcionarios del gobierno de Ronald Reagan fue la alta preparación de los funcionarios mexicanos, su conocimiento del funcionamiento de los mercados y la fluidez con la que se comunicaban en inglés.
El nivel de conocimiento técnico terminó por permitir una exitosa renegociación de la deuda, a través de los bonos Brady, que evitó a México una crisis de insolvencia de la que hoy seguramente no nos habríamos recuperado.
Hoy en día, Pemex está en una situación financiera complicada. Ciertamente no son niveles de una crisis de insolvencia, y sin lugar a dudas, una crisis heredada al gobierno de Andrés Manuel López Obrador después de muchos años de un manejo terrible de la petrolera.
Y aunque el Gobierno actual no sea el responsable de que la llamada empresa productiva del Estado se encuentre prendida con alfileres, no hay duda de que los que hoy gobiernan son los responsables de no quitarle esos frágiles sostenes que pueden derrumbar la estabilidad financiera de Pemex, y con ella la del país entero.
A la par que el Gobierno federal decidía combatir el robo de combustibles provocando una crisis de abasto en una parte importante del país, funcionarios de Pemex y de la Secretaría de Hacienda emprendían un roadshow para, supuestamente, generar confianza en la nueva estrategia financiera de la empresa.
Lo primero que escandalizó a los analistas y manejadores de fondos que atendieron esta visita en Nueva York, organizada por Barclays, fue la poca preparación de los delegados mexicanos. Vamos, a niveles de no conocer conceptos básicos como cash flow, algo que le hubiera costado un cero a un alumno de primer año de economía, que no entendían del todo los responsables de las finanzas de la petrolera mexicana.
Y ya ni hablar de que atinaran a explicar con cierto grado de convicción por qué una empresa que está cerca de un colapso financiero opta por gastar en construir refinerías, cuando el negocio energético del planeta entero va por otro rumbo.
Fue inevitable que los expertos en el sector energético del quisquilloso mercado neoyorquino se interesaran más en saber el perfil de los que tienen bajo su responsabilidad a Pemex. Ahí vino el susto total, y el rendimiento de los bonos de deuda de la petrolera se presionaron.
Y a pesar de que los reportes en Estados Unidos tras la gira mexicana calificaron el resultado como decepcionante, la verdad es que para muchos fue de gran utilidad para tener prácticamente la certeza de que lo que sigue, ante los planes de gasto de Pemex y la mala gestión que demostraron, es una degradación crediticia inminente para la petrolera.