En un tuit, la escritora Sabina Berman, fervorosa en su apoyo a Morena durante el periodo electoral, se preguntaba y le preguntaba al Presidente qué sería de la cultura y las artes, cómo podrían sobrevivir. No era mala pregunta. En su conferencia de la mañana, López Obrador había dicho que la política de apoyos fiscales se acababa.

Que ese dinero que las empresas destinan a hacer un museo, promover artistas o producir películas deja de entrar a “las arcas públicas”. Y es cierto. El Presidente, con pleno derecho, aunque equivocadamente, entiende al Estado como el primer actor de la economía –por eso construye refinerías, trenes y termoeléctricas–, el promotor de la moral –por eso imprime y regala cartillas–, el verdugo de la pobreza –por eso, en teoría, regala dinero–, el posibilitador de la educación –por eso levanta universidades–, el promotor del turismo –por eso produce (y luego censura) videos como el que vimos esta semana– y el controlador del tráfico aéreo –por eso construye aeropuertos, o sea, se los encomienda al Ejército–. ¿Qué es un Estado de esa naturaleza, un Estado todoabarcante? Un Estado que necesita mucho, mucho dinero. Como además va quedando claro que no será capaz de producirlo, y que más bien la economía va a pique, no es difícil entender de dónde intentará sacarlo. Sabina es solo un caso. Las personas dedicadas a la cultura están en llamas.

No es sólo un asunto de dinero. Escribí la semana pasada sobre la sorpresa indignada de las organizaciones de la sociedad civil, perplejas porque el Presidente las menospreció por “conservadoras”, cuando tanto hicieron por llevarlo a Palacio Nacional. Bien, le digo a la comunidad cultural lo mismo que le dije a la sociedad civil: tu Presidente no te quiere. O no te quiere como te quieres tú: libre, autónoma. En efecto, el Estado todoabarcante no quiere ciudadanos que defiendan los derechos humanos, vigilen eleciones, calienten el agua con luz solar o negocien con las empresas para hacer teatro, cine, literatura. El Estado no quiere que le quiten reflectores. No quiere que lo discutan. No quiere contrapesos. Y ya nos explicó la secretaria Sandoval quién es el Estado

¿Se vale protestar? Sin duda. Otra vez, sin embargo, me toca el papel antipático de decirte que el Estado, el Presidente, no te mintió. Por esto votaste. Puede que, como dijo Hacienda enseguida, los estímulos sigan vigentes. No soy optimista. Te recomiendo que ahorres y sobre todo, fraternalmente, que pienses en tus apuestas para las próximas elecciones.