Los medios suelen darle involuntariamente un valor social a algunas acciones que deberían carecer de trascendencia, pero su importancia en este momento convierte lo trascendente en esencial y viceversa. Un ejemplo es el caso de los abucheos en los actos políticos, sobre todo los encabezados por el Presidente de la República, donde los gobernadores, de diferente partido a Morena, son recibidos con gritos y silbidos.
Los abucheos que se suscitan en los mítines políticos no son nuevos. Se desarrollan desde la multitud, quien, amparada en el anonimato, expresa rechazo por alguien que está en el estrado.
Desde luego que esto puede ser provocado, planeado, orquestado, pagado. Difícil saberlo. Lo cierto es que el abucheo popular es una medida de simpatías, aunque sea pagado. No hay partido político o funcionario público que no sea susceptible de ser rechazado popularmente; sin embargo, ahora la idea de que se trata de una orden partidista se convierte, por primera vez en la historia del país, como una consigna y no como una expresión espontánea.
El PRI pareciera sorprenderse de que sus funcionarios públicos sean objeto de gritos y silbidos; a los 90 años, debió acostumbrarse a este tipo de expresiones. El PAN asegura que los abucheos contra panistas y priistas es una recomendación de la cúpula de Morena para desprestigiar a los contrincantes. Como si en este momento ese partido necesitara desgastar a los otros partidos.
No hay enemigo al frente para Morena; de ahí que no necesite de ese y de ningún otro truco para agradar a los medios o los mexicanos. Mientras el instituto político en el poder todavía no acaba de celebrar su victoria electoral, el resto de los partidos políticos sigue con su guerra sucia, y esto debería ser una de las prioridades de Morena, y no como aseguran los panistas, crear consignas para los actos públicos.
El abucheo se convierte en tema mediático, y basta y sobra que haya alcanzado este tipo de niveles para que se repita. Se ha visto en el futbol, cuando una palabra es repetida varias veces y señalada como prohibida, la afición de los diferentes equipos la adopta. Sólo basta que los medios la den de alta como noticia.
Así sucede con el abucheo que, ante la persistencia de la oposición por condenar las acciones de Morena y sus simpatizantes, esta práctica se convertirá, por algún tiempo, en característica de los actos públicos políticos.
Si el PAN y el PRI querían que el abucheo hacia sus funcionarios y militantes desapareciera, ahora se volverá una costumbre, desde el momento en que acudieron a los medios para cuestionar esta práctica que no deja de ser molesta tanto para unos como para otros, porque desvirtúa la esencia de todo acto público y le otorga un lugar secundario a los temas que se traten, muchas veces de gran trascendencia.