Durante años de lucha política su consigna siempre fue clara: mantener la confrontación a toda costa y demostrar que tiene razón.
Buscó siempre al adversario para no caer en el olvido.
Ahora que está en la Presidencia, cada mañana encuentra el momento para desatar una nueva crisis y conquistar simpatizantes.
Aprovecha las debilidades para alcanzar objetivos, y día tras día subraya su advertencia: “Vamos a acabar con la corrupción”.
Un breve recuento.
26 de febrero, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo: “Estoy convencido, seguro, que vamos a avanzar mucho y que va a haber crecimiento económico. Entre otras cosas, insisto, porque no va a haber corrupción, que ése es un ingrediente que impide. Cuando hay corrupción se impide que haya crecimiento, o sea, la corrupción impide el crecimiento. Entonces, al no permitirse la corrupción, hay crecimiento”.
Uno de los temores que se mostró en momentos de inestabilidad fue no contar con el apoyo de las grandes voces acreditadas. Ante el Consejo Coordinador Empresarial dijo el 28 de febrero: “Nos hizo dos propuestas. Imagínense, un dirigente del sector empresarial que dice: ‘Queremos ayudar en la transformación y hacemos dos propuestas… Yo le agregué la tercera… Acabar con la corrupción, ésa va a ser la otra aportación, el otro legado que vamos a dejar”.
La brecha con los Gobiernos anteriores la hace cada día más evidente, y sí le ha funcionado. Una cosa es segura, por nada se van a revertir sus políticas, ya que mantiene el control de su gestión y asume el pago directo de los programas fundamentales.
Así interpreta que estos cambios no son en contra de nadie, sino a favor de la ciudadanía.
El 1 de marzo, el presidente López Obrador dijo: “Nunca en la historia del país se había invertido tanto en el bienestar del pueblo, nunca. Entonces, lo que está cambiando, que además es para bien, para que no haya simulación, para que no haya corrupción, para que no haya intermediación; lo que está cambiando son los procedimientos, que en vez de entregarle a una organización los recursos destinados a quien lo necesita, se entreguen de manera directa a los beneficiarios”.
Las cifras que cubrirán el bienestar del pueblo no son miserables; harán la vida para algunos menos difícil y así se ve liberado de compromisos adquiridos.
A los detractores del cambio, a quienes por cierto dejó aturdidos de una manera inesperada, el presidente López Obrador también les tiene un mensaje.
El 4 de marzo dijo: “No queremos corruptos en el Gobierno. Lo de su afiliación política o si trabajaron en administraciones pasadas, eso es secundario; lo que nos importa es que sean honestos. No queremos corrupción en el Gobierno”.
El discurso dura, los recursos se acaban.
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