No vaya a creer, estimado lector, que se trata de una exageración. Consta en los archivos noticiosos. Andrés Manuel López Obrador calificó a Standard & Poor’s como una agencia internacional seria, a la que, cuando estuvo al frente de la Ciudad de México, le pidió formar parte de un grupo de firmas extranjeras que revisaran las condiciones de deuda de la capital.
El respaldo de López Obrador ocurrió en diciembre de 2017, después de que la calificadora considerara que una eventual victoria del candidato de Morena difícilmente afectaría a los fundamentos macroeconómicos del país.
La exaltación de su comentario se vio acentuada cuando el hoy Presidente de la República recordó que Standard & Poor’s otorgó la nota AAA al manejo de las finanzas de su administración al frente del Gobierno de la Ciudad de México. Es decir, el máximo grado dentro de las calificaciones de la firma.
Esa euforia desapareció hace unos días. La agencia hizo pública su decisión de reducir la perspectiva de las notas crediticias de México de nivel estable a negativa. Los analistas aseguraron que el cambio en las políticas económicas del nuevo Gobierno mexicano ha tenido impacto en la inversión y la confianza de los capitales. Las mismas consideraciones fueron aplicadas a las principales empresas privadas y públicas del país, entre ellas la CFE, América Móvil, Liverpool y Coca-Cola FEMSA.
Las reacciones del nuevo Gobierno y su partido no tardaron en llegar. Lo que antes fue paz y conciliación, en unas cuantas horas se tornó en intolerancia y lenguaje bélico. El clímax de dicha confrontación llegó cuando el vocero de los senadores de Morena, Salomón Jara, anunció que su partido presentaría una iniciativa para otorgarle a la Comisión Nacional Bancaria y de Valores las atribuciones con el fin de revocar el permiso de operación a las calificadoras si su trabajo no se apega a los principios de independencia, objetividad, rigurosidad, autenticidad, veracidad, integridad y transparencia o, bien, que atente en contra de la estabilidad financiera de los mercados.
En pocas palabras, de acuerdo a Morena, si las noticias de las calificadoras no son buenas, éstas serían contrarias a las políticas económicas de una entidad o de un Gobierno, motivo suficiente para echarlas del país. Por más que el presidente López Obrador, su coordinador en el Senado, Ricardo Monreal, y el titular de Hacienda, Carlos Urzúa, hayan intentado deslindarse de esta postura, México queda mal parado ante los mercados, los analistas y posibles inversionistas.
¿Quién dará la cara para explicar la intención de los senadores de Morena? Quizá Standard & Poor’s tenía razón en julio pasado, cuando previó que la nueva composición del Congreso podría ser factor de incertidumbre para el mercado. Lo que no previó es que esa mayoría actuaría en su contra.
Segundo tercio. Bien por Germán Martínez, titular del IMSS, por anunciar que los trabajadores del hogar podrán afiliarse a esa institución. Mal por olvidar y menos por no mencionar que se trata de una propuesta de campaña de José Antonio Meade. Cosas de la 4T.
Tercer tercio. Miguel Barbosa, seguro candidato de Morena al Gobierno de Puebla, la tendrá relativamente fácil. La alianza PAN, PRD y MC postuló a Enrique Cárdenas, mientras que el PRI designó a Alberto Jiménez como su abanderado. Qué bien le cayó al ex senador la muerte de la pareja Moreno Valle-Alonso. Finalmente podrá llegar al poder.