Jesús Alfredo Guzmán Salazar, alias El Alfredillo o El Gordo, hijo del líder del Cártel del Pacífico, formaba parte de la alta estructura jerárquica del grupo delictivo, y se encargaba de coordinar la logística para la introducción de miles de kilos de sustancias prohibidas hacia los Estados Unidos.

 

Esta información es advertida por el Departamento de Justicia de ese país desde el 2008, en el marco de una acusación criminal que interpuso en contra de varios líderes del grupo delictivo, por el delito de conspirar para para introducir y comercializar diversos narcóticos.

 

El expediente 09 CR 383, radicado en una corte de Chicago, Illinois, establece que El Alfredillo actuaba en territorio estadunidense en representación de su padre y del otro líder del cartel, Ismael El Mayo Zambada, para facilitar la introducción de las drogas traficadas desde países de América del Sur.

 

“Actuaba fundamentalmente como coordinador logístico para facilitar la entrega de múltiples cargamentos de cocaína y heroína en el territorio de los Estados Unidos y en representación de Loera y Zambada”, indica la acusación.

 

El documento detalla que Alfredo Guzmán Salazar, en ese entonces de 23 años de edad, en ocasiones también se encargaba de reunir las ganancias producto de la venta de los estupefacientes a sus narcodistribuidores que operaban directamente en territorio de los Estados Unidos.

 

Los fiscales explican que el origen real de la droga eran países de Centro y Sudamérica, como Colombia y Panamá, y desde ahí era traficada hacia el norte del continente a través de aviones de carga Boeing 747, aeronaves privadas, submarinos y otras embarcaciones semisumergibles, botes, tractocamiones, traileres y automóviles, entre otros.

 

Ya en territorio estadunidense, El Alfredillo y sus cómplices coordinaban la entrega de los cargamentos en las inmediaciones de la ciudad de Chicago, Illinois, o en caso contrario, en las proximidades de Los Ángeles, California.

 

Posteriormente y siempre siguiendo la logística marcada por el hijo de El Chapo, la droga era redistribuida a los jefes narcomenudistas, quienes a su vez la trasladaban a distintas ciudades, entre ellas Detroit, Michigan; Cincinnati, Ohio; Philadelphia, Pennsylvania; Washington, D.C.; Nueva York; Vancouver, BritishColumbia, y Columbus, Ohio.

 

La acusación explica que tan solo por la entrega de siete cargamentos de cocaína y heroína en la zona de Illinois, el grupo delictivo obtuvo ganancias cercanas a los 20 millones de dólares.