Apenas dos meses después de salir del anonimato en su natal Venezuela, Fabiana Rosales estaba sentada en la Oficina Oval frente al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en un sillón amarillo normalmente reservado para jefes de Estado.
Mientras, el esposo de Rosales, Juan Guaidó, jefe del Parlamento controlado por la oposición y quien invocó la Constitución del país para asumir una presidencia interina en enero, llamaba a protestar contra un apagón nacional, el segundo en un mes en golpear al país petrolero.
Un día antes, un grupo de asaltantes lanzó piedras e intentó abrir la puerta del auto de Guaidó en el centro de Caracas al salir de la Asamblea Nacional, según testigos de Reuters.
Las autoridades judiciales, consideradas proclives al gobierno del presidente Nicolás Maduro, iniciaron investigaciones criminales contra Guaidó, reconocido por Estados Unidos y la mayoría de los países occidentales como el líder legítimo de Venezuela.
Lo que no saben en el gobierno de Maduro es que mientras más acosen a los opositores, más los estimulan, dijo Rosales en la Casa Blanca. “No descansaremos”, agregó al referirse a que se deben salvar vidas en el país y recuperar la libertad.
Espías y grupos armados que apoyan al Gobierno conocidos como “colectivos” la han seguido, y a su esposo y acosando a sus familiares y amigos, dijo a Reuters Rosales, considerada la primera dama de Venezuela por sus partidarios, durante un viaje a Perú.
“Han pasado por mucho, pongámoslo de esa manera”, dijo Trump en comentarios traducidos al español para Rosales, de 26 años, quien asintió y sonrió.
El jueves, Rosales viajó a Palm Beach, para reunirse con la primera dama estadounidense, Melania Trump, en el resort Mar-a-Lago, de propiedad de Trump.
La joven, que nació en la ciudad andina de Mérida y estaba en la escuela primaria cuando el predecesor y mentor de Maduro, Hugo Chávez, fue elegido en 1998, se involucró en la volátil política de Venezuela desde temprana edad.
Como estudiante de periodismo en la Universidad Rafael Belloso Chacín, en el estado occidental de Zulia, Rosales fue una activistaestudiantil del partido político de oposición Voluntad Popular, al que pertenecen tanto Guaidó como el celebre exalcalde Leopoldo López, ahora bajo arresto domiciliario.
Más tarde, trabajó en el equipo de prensa para el Concejo Municipal de Libertador, en su estado natal Mérida, antes de mudarse a un cargo similar en la municipalidad de Baruta, en el área metropolitana de Caracas.
Rosales y Guaidó, un ingeniero de 35 años que representa al estado costero de Vargas en la Asamblea Nacional, se casaron en 2013. Tienen una hija de un año y medio llamada Miranda y un labrador llamado Régulo, que toma clases en una escuela de entrenamiento, según la cuenta de Instagram de Rosales.
A medida que la prominencia de Guaidó ha aumentado, el gobierno de Maduro ha intensificado la retórica en su contra.
Ha dado a entender que el opositor está detrás de supuestos “ataques” contra el mayor complejo hidroeléctrico del país, que causó el apagón de esta semana, mientras que la Contraloría anunció el jueves que lo inhabilitó para ejercer cargos públicos por 15 años.
“A pesar de la persecución, amedrentamiento y hasta secuestro de quienes luchan por una mejor Venezuela, el trabajo no se detiene, ni se detendrá”, escribió el 22 de marzo Rosales en su cuenta de Twitter. “Nuestro compromiso con los venezolanos es mayor quecualquier bajeza de los usurpadores”, agregó.
La semana pasada, el jefe de despacho de Guaidó fue detenido por agentes de inteligencia por acusaciones de terrorismo, que son negadas por la oposición. El incidente hizo surgir la preocupación en torno a que Maduro podría detener a Guaidó.
Sin embargo, el opositor ha seguido pidiendo a sus partidarios que salgan a las calles en un intento por expulsar a Maduro del poder.
“Decidí luchar por mi país”, dijo Rosales durante la entrevista en Lima. La herencia más grande que puedo “dejarle a mi hija es un país libre”.
Damg