El Presidente está mandando una señal de vulnerabilidad al mundo. La señal es que no sabe lidiar con el bullying. López Obrador se ha preciado siempre de su “persistencia”, y ese preciarse, en términos de mercadotecnia, le ha funcionado. Ya saben: el hombre humilde, sin tarjetas de crédito ni aviones, que enfrenta con fortaleza, con heroísmo, sin ceder, a mafias poderosísimas y malvadas, a sujetos que quieren el mal del pueblo. ¿Cómo manifiesta ese heroísmo?
Enseñando los colmillos. En actitud de pelea. AMLO siempre tuvo un discurso beligerante. Era el que iba a encerrar a los corruptos, a los que señalaba con o sin pruebas. Era el que iba a responder a Trump tuit con tuit, en nombre de la dignidad nacional. Era nuestro paladín. El que, en el salón de clase, nos decía que iba a poner orden en el recreo y a pelear por las víctimas. Bien, pues se han juntado en las últimas semanas dos confrontaciones que nos muestran que no lo era tanto. Que no es lo mismo el salón que el patio.
La primera confrontación es con la CNTE. El romance de la 4T con el sindicato duró poco. AMLO prometió derogar la reforma educativa, y lo hizo. No bastó. Se niega a aceptar que con la CNTE no se trata de derogar la reforma educativa, sino cualquier reforma. Porque la Coordinadora se ha vuelto una maquinaria que extrae recursos de todos nosotros por la vía del chantaje cuando están calmadas las cosas, y de la violencia, cuando no. De lo que se trata es de que no haya límites, normas, controles. De ser impune. Al Presidente lo rebasaron por la izquierda. Se le soliviantó el tigre. Se pasmó.
La segunda confrontación es con Trump. Al Presidente gringo le conocemos la estrategia: entrar a cualquier negociación con una bravuconada, entre manoteos e insultos. A nuestro Presidente lo rebasaron por la derecha, la populista. Se pasmó de nuevo.
Los seguidores de AMLO celebran que no se enganche con Trump y que no reprima a la CNTE. Conformes. Pero de no engancharse ha pasado a no responder: no hay ni una verdadera negociación ni de perdida una estrategia de apaciguamiento, sino un nadar de muertito que simplemente no ha funcionado. Hay que evitar el chantaje de “si al Presidente le va bien, nos va bien a todos”; una invitación a anular la crítica. Pero esta vez es cierto que necesitamos a un líder firme, con ideas claras, por el bien común. Hay que apoyarlo, contra la mafia sindical y el fascista del Norte, si entra a la pelea. Es improbable que lo haga, pero ojalá se deje apoyar. Podemos estar de acuerdo, claro que sí.