Ahora resulta que la autoridad electoral, que no debe tener triunfos ni derrotas, salió ganando. No fue posible que sus funcionarios ganaran menos que el presidente de la República gracias al cabildeo que realizó su consejero presidente Lorenzo Córdova para evitar que la reducción de salario les afectara.

Aquí el problema no es si se gana menos o más sino la eficacia de quienes lo ganan. El presidente, por ejemplo, se levanta por lo menos a las cinco de la mañana, a esa hora más de un consejero electoral se está acostando.

Más allá de lo anecdótico está el grave problema de la credibilidad del INE. Porque la votación debe tener una diferencia grande entre un competidor y otro para que no haya impugnaciones. Y a veces también en estos casos es posible que el trabajo del INE esté en entredicho.

Es muy grave que la autoridad electoral tenga entre sus consejeros electorales, que son la garantía de la democracia, personas que muestren simpatías por algún partido. Es que la manera en que deben elegirse los consejeros tiene que ver directamente con los partidos. En pocas palabras, los consejeros electorales les deben su puesto a los legisladores de los partidos que votan a favor de su designación.

Entonces, una vez que se convierten en consejeros deben el favor a ese partido que los condujo al trono del INE a ganar más que el presidente, más bien, mucho más.

El amparo entregado a las autoridades contra la Ley Federal de Remuneraciones, fue efectivo. Para eso sí saben los consejeros redactar correctamente sus demandas, recordemos que respecto a la multa que el INE le impuso a Morena por considerar que una Fundación era parte del partido, sólo sirvió para demostrar la filiación de los consejeros a los partidos políticos que estaban contra Morena. Nunca acabaron de leer la demanda ni concluyeron el procedimiento de manera correcta.

Lo mismo ha sucedido con una serie de situaciones que ponen en entredicho la seriedad del trabajo de los consejeros, quienes trabajan la tercera parte de lo que labora el Presidente, porque ningún consejero electoral ha aportado algo al instituto en el que trabaja a no ser que sembrar dudas sobre los resultados de los comicios sea su mayor contribución a la democracia.

La urgencia de una reforma electoral que evalúe y regule el trabajo de los consejeros electorales, que eleve el porcentaje de votación para mantener el registro de los partidos, que limite el número de legisladores, que haga más transparente el trabajo del Consejo General y deje de verse como un cónclave hermético, etc. Debe realizarse cuanto antes.

La democracia exige de una autoridad electoral con credibilidad y no con protagonismos que sólo abonan en beneficio personal de los consejeros. La necesidad de una reforma que garantice la credibilidad y al mismo tiempo haya confianza en los consejeros.

La reforma electoral pareciera ser la última que se realizará y la primera que se necesita para consolidar una serie de elecciones que sirvan de consolidación a liderazgos y partidos.

El protagonismo de los consejeros electorales es un verdadero distractor de la democracia en todos los sentidos. Distrae recursos humanos y económicos disfrazados de consolidación de la democracia cuando en realidad lo que ponderan son sus personalidades.

 

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