Bakú, Azerbaiyán.- Ubicado entre las montañas del Cáucaso y el mar Caspio, Azerbaiyán se debate hoy entre modernidad y tradición, en medio de un profundo proceso de consolidación política y económica que lo coloca como una de las naciones más atractivas del mundo euroasiático. Sin embargo, este esfuerzo se ve empañado por un latente conflicto armado con su incómodo vecino, Armenia.
Desde fines de la década de los ochenta, la pequeña región de Nagorno Karabaj declaró su independencia de la entonces Unión Soviética. A principios de los noventa, este enclave se autoproclamó como una nación, sin que haya obtenido hasta el momento el reconocimiento de ningún Estado, salvo Armenia, que impulsa el movimiento armado de este pueblo.
Las tensiones cotidianas entre los dos países, así como la permanente presencia de sus respectivos Ejércitos en esta zona del Cáucaso, se ha traducido en constantes enfrentamientos bélicos que han generado cientos de muertos y miles de desplazados.
En este conflicto que debió de haber acabado con el cese al fuego adoptado en 1994, la poderosa Rusia juega un papel ambiguo. Por un lado, sostiene el diálogo con los Gobiernos azerí y armenio y, por el otro, suministra armas a los dos Ejércitos bajo el pretendido principio del balance de intereses.
Las conversaciones entre Bakú y Ereván, la capital armenia, se mantienen vigentes. La comunidad internacional, a través de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), a la que pertenecen más de 50 países, entre ellos Estados Unidos y Rusia, ha generado las condiciones para una cierta estabilidad en la región.
Mientras en las montañas caucásicas el conflicto prevalece, el resto de este país, en particular su capital, vive una etapa de plena expansión. Ubicada geográfica y culturalmente en la línea divisoria entre Europa y Asia, el crecimiento de Azerbaiyán se debe principalmente a la industria energética. Por el territorio pasan tres importantes gasoductos, uno de ellos que va desde el mar Caspio hasta el Mediterráneo, pasando por Georgia y Turquía, con el cual se surte al Viejo Continente.
Pese al conflicto con Armenia, la estabilidad azerí encuentra su origen en un Estado fuerte encabezado por el presidente Ilham Aliyev, sucesor de Heydar Aliyev, su padre, quien es la figura más fuerte y venerada por el Estado. Cuestionado por diversas organizaciones de derechos humanos de Occidente, el régimen de esta nación ha sabido mantener la firmeza suficiente para no ceder a las presiones del extranjero para, así, concentrarse en resolver los retos que representa el conflicto con Armenia y promover el desarrollo económico del país en un incierto contexto internacional.
Segundo tercio. Imagine usted, apreciable lector, si en el sexenio pasado -o en cualquier otro-, el presidente Peña Nieto, algún miembro de su gabinete o uno de los operadores de medios se hubiera referido a la prensa como “el hampa del periodismo”, como lo hizo ayer el Jefe de Estado, Andrés Manuel López Obrador. La que se hubiera armado. Nada más para fines comparativos.
Tercer tercio. La directora general del FMI, Christine Lagarde, se reunirá con el presidente López Obrador. ¿También dirá que la francesa carece de autoridad moral, tal y como se refirió a Ángel Gurría, secretario general de la OCDE, en su reciente visita a México?