Otro tipo de sargazo en Cancún.
Si el de algas bloquea la belleza del Caribe mexicano, el del futbol bloquea la sensatez y el sentido competitivo de nuestra liga. Sargazo en el que pueden aparecer y desaparecer equipos, en el que quien desciende se queda y quien no asciende sube, en el que lo de menos es quién mete o recibe gol.
Resulta maravilloso que Ciudad Juárez vuelva a tener equipo en primera división, aunque mucho más maravilloso hubiese sido que se lo ganara en la cancha y no comprándole ese privilegio a Lobos BUAP, quien a su vez se mantuvo en el máximo circuito en 2018 pagando y no conquistando el derecho con goles, a diferencia de este 2019 cuando sí logró la permanencia pero terminó cayendo a segunda (como complemento, Veracruz descendió mas no descendió).
Confuso, sí, muchísimo. Por donde le busquemos, un futbol que se dirime en los despachos y no sobre el césped, donde el que pierde tiende a ganar y el que gana bien puede perder.
Como decía, resulta maravilloso recuperar esa plaza que tiene que ser de primera. Por su impacto social, por reivindicar a una localidad partida por la frontera, por el rol casi terapéutico que el deporte puede propiciar en un sitio marcado por no pocas vicisitudes –el futbol con sus nociones de reconciliación, disciplina, valores, solidaridad, esfuerzo, respeto a las reglas, trabajo en equipo.
Para no ir muy lejos, en el anterior proyecto juarense que llegó primera división, Daniel “Maleno” Frías representaba un ejemplo de carne y hueso: por haber sido chavo banda y haberse rehabilitado en todo sentido mediante el futbol.
Sin embargo, el entusiasmo por recuperar una plaza tan indispensable no puede nublar lo esencial. El sargazo, pues, tamaña podredumbre.
Imaginemos que el Villarreal (conservado con pesares en la primera española), o el Brighton (mantenido por dos puntos en Premier League), o el Génova (salvado por un gol de diferencia en la Serie A), se enteraran hoy de que pierden la categoría y que su lugar lo tomará el penúltimo clasificado del último torneo en segunda (como lo fue Juárez en el Clausura 2019). Lo que es impensable allá, aquí encuentra camino.
Algo que nos llega por influencia estadounidense, donde muchas de las franquicias más relevantes (Dodgers, Lakers, ahora Raiders que va rumbo a Las Vegas) se han mudado. Referencias poco adecuadas si se entiende que el futbol no se compone de una liga estelar aislada de las demás, sino de un engranaje con divisiones, donde la meritocracia ha de determinar qué club juega en cada nivel. Al menos así sucedía ya en las islas británicas en el lejano 1898 y así se replicó en cada uno de los países en donde se organizó un torneo.
La afición del Juárez tiende tan poca culpa de este caos como su cuerpo técnico y eventual plantel. Incluso está claro que se han dado muchos casos así en México, que no son los primeros ni, desafortunadamente, los últimos.
Como sea, en Cancún, donde se celebra la semana del futbol, no hace falta salir a la playa para ver el sargazo. El sargazo corre por las salas de la Femexfut con medidas dictadas por la cartera y no por el balón.
Twitter/albertolati