Norberto tenía 22 años; viajó desde Chihuahua hasta la Ciudad de México para estudiar y graduarse de licenciado. La noche del 4 de junio salió de su universidad, fue secuestrado y días después murió asfixiado, a pesar del pago por su rescate. Según la Procuraduría General de Justicia de la CDMX, fue un secuestro “atípico”.
Indignación y miedo en las calles.
Indignación por considerar que el Gobierno no vigila como corresponde.
Miedo porque el número de secuestrados aumentó, aunque la Procuraduría lo niegue.
Vivimos atenazados por el miedo.
La diplomacia de las sonrisas se acabó.
Los Gobiernos, federal y de la Ciudad de México, están claramente desesperados.
El presidente Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la CDMX, nunca deberían olvidar que cuando hablan también le está hablando al enemigo.
Así como el presidente Enrique Peña Nieto defendió lo indefendible con su secretaria Rosario Robles, el presidente López Obrador lo hace con su jefa de Gobierno, y dice: “Me siento muy tranquilo en la ciudad, porque tenemos una extraordinaria jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum. No está sola, no está sola, no está sola. Es que hay veces que la maltratan mucho unos grandulones ahí, abusivos, ventajosos, pero no está sola. Tiene el apoyo del Presidente de la República y del pueblo de la capital, de la Ciudad de México”.
Y la jefa de Gobierno muestra su preocupación por algo que no acaban de entender, y dice que: “Su gobierno hará justicia, y se comprometió con familiares y la sociedad a hacer todo lo que esté en sus manos. Nuestro compromiso con la familia y con la sociedad es hacer todo lo que esté en nuestras manos para que haya justicia. Ése es mi compromiso”.
Eso no es cierto.
El Presidente de la República y la jefa de Gobierno tienen un doble problema; uno es inevitable, el segundo es estratégico.
Sus declaraciones sólo intentan apagar los fuegos de sus malas decisiones.
Ambos quieren mostrar que están de acuerdo en seguir trabajando conjuntamente. Ambos llevan meses hablando y discutiendo cada mañana, hasta dos horas dice Claudia Sheinbaum, sin poder salir de esos espacios oscuros que se padecen en las calles.
Norelia Hernández, madre de Norberto, dice: “Si es culpa de esta o de la pasada administración, eso no lo sé, y quizá no importa; lo que importa es que las autoridades no sean indolentes”.
La Procuraduría, la jefa de Gobierno y la Policía saben que en el sur de la capital, desde hace cuatro años, opera la banda de secuestradores llamada las Pelonas, que ataca a estudiantes de preparatoria y universidades. ¿Entonces? Guste o no, ésta es una nueva mancha de corrupción.