El ex secretario de Salud y ex rector de la UNAM, José Narro, desató una tormenta en Twitter luego de anunciar que renunciaba a contender por la presidencia del PRI y a su militancia de 46 años en el partido.

Minutos después, también la Secretaria de Cultura del CEN del PRI, Beatriz Pagés, hizo lo mismo.

El argumento de ambos es que el proceso para elegir al nuevo presidente del PRI está cargado a favor del ex gobernador de Campeche, Alejandro Moreno, a quien acusan de querer entregar el partido al presidente López Obrador.

Aunque Narro asegura que deja 46 años de militancia, en realidad nunca tuvo una participación activa en el partido, hasta que salió del retiro para convertirse en precandidato a la presidencia del PRI.

Su intención fue avalada por la “nomenclatura’’ del partido, pero no representaba a las olvidadas bases del tricolor.

El ex rector apostó su prestigio como funcionario y académico –renunció– a la UNAM para poder jugar la presidencia del PRI en una aventura a la que fue enviado sin fusil ni municiones.

Porque por mucho prestigio que tuvo como servidor público, no era reconocido en ningún comité seccional o estatal; no conectaba con la base priista como lo prueba el hecho que sus actos de precampaña siempre fueron en lugares cerrados con mínimas audiencias preseleccionadas.

Evidentemente, su renuncia levantó polvo porque se trata de un personaje conocido, pero cuya influencia real dentro del PRI era nula.

De Pagés poco se puede agregar.

Desde la posición que ocupó en el CEN del PRI muy poco pudo hacer por la causa partidista.

Se le reconoce su aportación al debate, su formación ideológica y convicción por los postulados del PRI, pero tampoco representa a un grupo importante capaz de causar un cisma en el partido.

La renuncia del candidato que nunca fue, puede ser el pretexto para un rompimiento mayor que, ese sí, favorecerá a los intereses del partido en el Gobierno.

O la oportunidad de reagruparse para constituirse en una oposición de verdad, no de caricatura.

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A punto de comenzar la votación en el Senado de la República para la aprobación del T-MEC, el coordinador de los legisladores de Morena, Ricardo Monreal, pidió a sus compañeros de bancada “guardarse’’ las observaciones en lo particular.

Monreal explicó a los senadores morenistas que el presidente López Obrador le había pedido apresurar la aprobación del T-MEC.

La petición fue corrida también a otros partidos que la acataron.

Así, el T-MEC fue aprobado por el Senado sin mayores contratiempos.

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Esta disposición de los partidos de oposición tendrá reciprocidad ahora que el propio López Obrador cedió para que el ejercicio de la revocación de mandato se pueda realizar en diciembre del 2021, como pedía PAN, PRI, PRD y MC.

Ayer el documento que había sido aprobado por la Cámara de Diputados, en el que se establecía que la revocación se consultaría en la elección intermedia de junio de 2021, estaba siendo revisado y adecuado por senadores de la Comisión de Gobernación con la asesoría de la Secretaría de Gobernación.

Aparentemente no habría mayor problema para que el tema quedara aprobado el viernes, pero no será hasta que se conozcan los cambios en el papel que la oposición diga si va o no.

Si dice que no, el tema será discutido hasta septiembre, pues ayer los coordinadores de todos los grupos parlamentarios decidieron que ya no habrá otro período extraordinario.