Al secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo, le tocó bailar con la más fea ayer, durante la rebelión de los policías federales.
Durazo, nos consta, es un convencido de la necesidad de contar con una Guardia Nacional bien entrenada, bien pagada y respaldada no sólo por el Gobierno, sino por la ciudadanía.

Lamentablemente, en la confección de la GN y de sus leyes reglamentarias, su opinión no pesó.

Durazo se había comprometido con las fuerzas políticas representadas en el Congreso a que la GN tendría un carácter civil, con un mando civil, y que sus integrantes no reportarían a un mando militar, sino civil.

De hecho, el compromiso completo es que, en caso de una violación a la reglamentación por parte de un miembro de la GN, sería juzgado por tribunales civiles y no militares.

Así se aprobó en las leyes secundarias, pero el texto quedó anulado de facto cuando el presidente López Obrador le dio carácter militar a la recién estrenada Guardia Nacional.

Resulta por ello explicable que los policías federales se nieguen a entrar a una disciplina militar porque les habían vendido otra historia.

Si están desinformados, la responsabilidad es toda del secretario Durazo, quien no pudo, quiso o supo explicar el verdadero alcance de la reforma que implica la desaparición de la Policía federal y su conversión en GN.

Y aunque el fondo de la protesta de ayer de los federales es la reducción de sus percepciones económicas en términos reales, subyace en el grupo la negativa a responder a un mando militar.

El secretario Durazo prometió que el cambio a la GN es voluntario y que los federales que no quieran participar en la nueva fuerza tendrán oportunidades en el Instituto Nacional de Migración, en Aduanas en la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar).

Pero los federales no le creyeron por la razón de que los organismos alternativas de trabajo están haciendo un ajuste de personal no visto en décadas.
¿Cuántos policías federales realmente tendrían oportunidad de cambiar de institución?
Durazo tiene turno al bate.

¿Se volará la barda o lo poncharán?

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La titular de la Comisión Nacional del Deporte (Conade), Ana Gabriela Guevara, reconoció que la instancia reguladora del deporte nacional opera con números rojos y que el problema se agravará (si esto es posible) a partir de agosto, a un año de los Juegos Olímpicos de Tokio.

Si la Conade está tan mal, ¿por qué no renuncia?

La respuesta es muy sencilla.

Porque la ex corredora desde ese lugar está haciendo méritos para que López Obrador la voltee a ver como una de las precandidatas a la gubernatura de Sonora, en 2021.

Claro que no la tendrá fácil, pues del desempeño de nuestros empobrecidos deportistas en Juegos Panamericanos y Olímpicos depende en buena medida su futuro.

Guevara dijo, fiel al estilo morenista, que heredó la “caca’’ –textual- de la administración anterior.

Lástima, la sonorense con ello demuestra que con tal de llegar al poder tendrá que seguir soportando la pestilencia.

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Uyyy, la cosa se puso candente en el Senado de cara a la renovación del nombre que preside la Cámara alta.

 

Como sabe, Martí Batres, actual presidente, ya dijo que quiere repetir en el cargo.

Pero ayer los coordinadores de todos los partidos de oposición entregaron una carta al coordinador de los senadores de Morena, Ricardo Monreal, pidiéndole que se nombrara a una mujer para respetar la paridad de género.

Una forma sutil de reprobar la conducción de Batres.

A ver qué dice Monreal.

Por lo pronto, ¡hay tiro!

LEG