¿Por qué un código de prácticas y no un código de ética?

Porque un código de ética no resuelve el trabajo cotidiano. Al ser la ética un conjunto de valores individuales, lo que para algunos puede ser aceptable o tolerable, para otros no. La forma de ver las cosas, bajo un marco de referencia ético, nos lleva por terrenos altamente subjetivos, donde no sólo nuestra educación, formación, cultura o religión, sino hasta nuestro estado de ánimo, nos impiden trabajar en forma homogénea.

Un código de prácticas, en cambio, nos coloca dentro de parámetros técnicos, donde la ética periodística, que siempre está presente, se ubica en un contexto objetivo. Este documento es, por tanto, una herramienta de trabajo cotidiano, permanentemente perfectible, que nos permite tomar decisiones bajo la presión del tiempo con el menor margen para error. No nos resuelve el todo, pero minimiza la posibilidad de equivocación.

Este código de prácticas debe ser compartido y socializado con toda la plantilla editorial.

 

1.- Del balance editorial

1.1 Se parte del compromiso profesional y ético que obliga a difundir información corroborada y de impacto informativo.

1.2 El reportero no debe fallar en la práctica de consultar a todas las personas involucradas en la información, y establecer en el despacho informativo que así lo hizo aunque no obtuviera respuesta alguna.

1.3 Se evitarán en su totalidad las fuentes anónimas. De ser indispensable, debe consultarse con la Dirección Editorial la viabilidad de hacer una excepción.

1.4 La información que se maneje no debe tener como objetivo afectar la vida personal, a menos que ésta sea parte fundamental de la información por su trascendencia social o política

1.5 Se deben evitar noticias que generan temor o alteran el orden como lo son rumores o falsas alarmas. Hay que evitar hacer apología de la violencia

1.6 Se debe recurrir a la cita textual tanto como sea necesario y evitar en lo posible el parafraseo, a fin de reducir al mínimo el riesgo de interpretación y ser fieles a las declaraciones

 

2.- De las imágenes

2.1 Evitar la sangre en las publicaciones impresas y electrónicas. La difusión de escenas con sangre requieren pasar por el criterio si al hacerlas públicas se envía o no el mensaje a los criminales que ser delincuente tiene costos elevados. Cuando son personas ajenas a la delincuencia o quienes la combaten las que aparecen en las imágenes que desean ser difundidas, siempre hay que ponerse en el lugar de los familiares de estas víctimas y tratar de entender qué es lo que sentirán y cómo lo pueden procesar cuando vean a una persona tan cercana a ellos, asesinados. Este proceso periodístico es un ejercicio ético indispensable para minimizar el daño.

2.2 Evitar que las escenas de sangre involucren a personas que no están asociadas con delincuentes. Nunca difundir imágenes de personas afectadas en daños colaterales, y procurar que tampoco se hagan públicas aquellas donde aparecen autoridades, militares o policías. Hay casos de excepción que requieren ser tratados casuísticamente, y que tienen que ver con la prominencia de la víctima.

2.3 Cuando una escena de sangre involucra a una persona prominente o se considera que debe ser publicada por su magnitud o por lo inédito del caso (v. g. los bombazos en Morelia el 15 de septiembre de 2008, o matanzas como en La Marquesa, en el estado de México, el 13 de septiembre de ese mismo año), la recomendación es que sean tomas o encuadres generales, que no entren al detalle.

2.4 Las escenas de sangre que tienen un valor periodístico en sí mismo, por consideraciones como las señaladas anteriormente, pueden ser difundidas en blanco y negro, no en color. De esta manera se reduce el impacto visual sin alterar el contenido.

2.5 El manejo de imágenes donde estén menores de edad o víctimas de delito deben mantener en el anonimato a los sujetos mencionados, para no afectar su integridad social y moral.

2.6 Las fotografías obtenidas de sitios públicos como archivos abiertos, cuentas de redes sociales, etc., deben siempre indicar al autor de las mismas

 

3.- Del contenido

3.1 La existencia de narcomantas y narcomensajes se registran, si su contexto tiene relevancia (la cual cada medio, en función de su política editorial, tiene que establecer), no así los contenidos.

3.2 Difundir el contenido de un mensaje del narcotráfico no significa dar equilibrio a la información. Este planteamiento de algunos periodistas es una falacia, puesto que el equilibrio informativo se da a partir de dos factores: que las fuentes de información se manejen dentro de la legalidad y que la información sea verificable.

3.3 La no difusión de los contenidos no significa que el medio no pueda y deba hacer su propia investigación sobre lo que ahí se establece, pero reproducirlo acríticamente, como se ha hecho hasta ahora, es como difundir un boletín, que se sabe de antemano que tiene una intención propagandística, pero en esta ocasión elaborado por un criminal.

3.4 ¿Es válido entrevistar a un narcotraficante que se encuentra prófugo de la justicia? En nuestra opinión no, por una serie de considerandos que tienen que ver con la seguridad del periodista y del medio. Sin embargo, hay corrientes de opinión que piensan de manera distinta, estimuladas por el diálogo que sostuvieron Ismael “El Mayo” Zambada, uno de los jefes del Cártel del Pacífico, y el decano de la prensa mexicana, Julio Scherer García. El criterio tiene que ser establecido por cada medio, que deberá tomar en consideración aspectos de seguridad, de transparencia informativa y de calidad de información.

3.5 Los casos de secuestro deberán tener especial tratamiento. Por política editorial no se publicará información alguna sobre secuestros en curso para evitar poner a la víctima en riesgo. Si el caso es de interés público por la circunstancia o el personaje que involucra deberá consultarse con la Dirección Editorial. De igual forma se procederá si los familiares de la víctima solicitan la publicación.

 

4.- Del lenguaje

4.1 Se deben eliminar las palabras obscenas de los medios de comunicación, porque si el mundo está poblado de símbolos que sólo se entienden a través del lenguaje, generan un lenguaje frívolo que reduce la capacidad analítica al disminuir el trabajo de la mente.

4.2 Se debe corregir la adopción del lenguaje de los criminales, que ha llegado a excesos de utilizar la palabra “levantón”, convertido en sinónimo criminal de secuestro, para describir una detención lograda por el Ejército y llevarlo a un terreno sin estridencias. ¿O es diferente decir ejecutar a matar?

4.3 Se debe cuidar el cargo y función de personajes públicos o de ámbitos de decisión a fin de no caer en falsedades ni en el abuso de sinónimos que alteran el objetivo inicial.

4.4 El cabeceo de la información debe ser directo, de preferencia en tiempo presente, y concordante con la nota informativa. Se debe evitar la tentación de exagerar títulos porque se cae en la ambigüedad y la falsedad.

 

5.- Del contexto

5.1 El contexto en las informaciones es vital. Si no se aporta, el periodismo falla en una de sus funciones primarias: explicar. Si no se explica no se entiende lo que sucede, ni se da la jerarquía apropiada, ni se ve la dimensión de lo tratado.

5.2 El contexto permite darle significado a la fría numeralia de víctimas en la guerra contra las drogas. El sólo dato de muertos inyecta miedo. Pero si el dato se cruza con otras variables, como edades de víctimas, entorno familiar, condiciones de educación, laboral o inclusive geográficas, se puede comenzar a profundizar, a partir del dato, en los orígenes y desarrollo del problema, y empezar a registrar quizás la ausencia o deficiencia de políticas públicas como uno de los detonadores de la violencia.

 

6.- De los procedimientos de seguridad

6.1 Ningún periodista debe ir delante de la policía. Hay periodistas con una gran experiencia e iniciativa que suelen llegar a los puntos conflictivos antes que la autoridad. Esto los coloca en alto riesgo, adicional a los que existen en esas zonas de riesgo, y se vuelve sospechoso para las partes en conflicto. Hay que recordar que el conflicto tiene enemigos claros y que los medios tienen, como propósito, informar y explicar esa lucha lo mejor que puedan, en las condiciones en las cuales se desenvuelven.

6.2 Ningún periodista debe andar solo. Siempre debe hacer sus recorridos y coberturas en compañía de otros colegas. En las zonas de riesgo las exclusivas ceden su paso a la seguridad individual y colectiva de los periodistas.

6.3 Las redacciones deben establecer protocolos mínimos de seguridad para sus periodistas. Por ejemplo, que se cree la rutina de que se reporten cada hora con sus jefes inmediatos. Cuando existe este procedimiento y se rompe ese protocolo, se da aviso inmediato a la autoridad. La velocidad con la que intervenga la autoridad competente puede ser la diferencia entre la vida la muerte del periodista.

6.4 Ningún periodista puede ni debe ser héroe. Lo peor que le puede pasar a un periodista es ser él o ella misma en la noticia.

6.5 El sexto sentido periodístico, que se encuentra en el estómago, llega a ser el más importante. No hay que hacer nada en lo cual exista miedo, porque paraliza, nubla el pensamiento y conduce a errores.

6.6 En el momento en que se sienta inseguro, es la llamada de alerta para irse de la zona en la que se encuentra. Sus jefes deben ser sensibles a esta situación que es absolutamente subjetiva