Se trata de una de las voces más equilibradas y autorizadas en este México de tantos extremos, a quien la nueva administración debería escuchar con mayor detenimiento. La senadora Vanessa Rubio prendió las alarmas después de que tres entidades financieras de la mayor relevancia revisaran a la baja sus perspectivas de crecimiento.

“Qué México tan distinto, de poder crecer 4% a crecer cerca de 0%. Una pena de veras”, escribió en redes sociales la legisladora, quien fuera subsecretaria de Hacienda, responsable en su momento de recuperar la confianza de nuestro país frente a los mercados y analistas internacionales.

La preocupación de los arquitectos de la reciente estabilidad económica no es para menos. El Fondo Monetario Internacional (FMI) redujo de 1.6% a 0.9% sus expectativas de crecimiento del PIB nacional para este año. Banorte pasó de 1.5% a 0.8%, mientras que Citi ubicó sus perspectivas en 0.2%, prácticamente en cero.

Muchos son los impactos que tendrá la inminente reducción del crecimiento económico. Pasar de una tasa de 2.5%, como la propia Secretaría de Hacienda estimó en abril pasado en el documento Pre-criterios de política económica, a un nivel de casi 0%, representa un serio golpe para los ingresos.

Si tomamos en cuenta que el dinero que recibe el Gobierno depende en gran medida del dinamismo de nuestra economía, una reducción tan radical significa que el Estado dejará de contar con los recursos suficientes para financiar las grandes obras de infraestructura que pretende impulsar, pone en riesgo el financiamiento de los programas sociales e impacta a sectores tan vulnerables como el campo y la salud.

Desafortunadamente, el panorama económico no es alentador. Las más recientes cifras del INEGI revelan que, en mayo pasado, la actividad industrial se contrajo 2.1% y el sector de la construcción decreció en 3.1%.

Estos datos son un claro indicador de que México se acerca a un periodo de recesión económica. A ello habría que agregar dos elementos que abonarán a la incertidumbre: la no aprobación del T-MEC en el Congreso de Estados Unidos, que cada día se hace más probable, y la pérdida del grado de inversión de Pemex por parte de las agencias calificadoras Standard & Poor’s y Moody’s, que se sumarían a Fitch, que en junio pasado retiró esta etiqueta a la petrolera mexicana.

Sin el grado de inversión, las notas de Pemex serían colocadas en nivel especulativo, lo que generaría una venta masiva de bonos y un encarecimiento del costo crediticio para la empresa. Sería uno de los golpes más fuertes para la estabilidad y credibilidad del país en un escenario externo sumamente complejo.

Este Gobierno parece no escuchar los reiterados avisos provenientes de los expertos, de quienes sí saben. Los fundamentos macroeconómicos son como el fuego, con ellos no se juega. Bien lo dice la senadora Rubio: “Las alarmas suenan”.

Segundo tercio. El Presidente dice haber firmado ante notario un compromiso para su no reelección. ¿Y si el pueblo sabio se lo pide? Pueblo mata notario.

Tercer tercio. Algo anda mal en el mundo sindical. Las disputas entre la CTM, los trabajadores ferrocarrileros y la CATEM por el liderazgo del sector obrero no pintan nada bien. Vienen más golpes.