En el futbol, como en el amor, la intensidad de una relación no siempre equivale a su tiempo de duración.
Cuesta asimilar que Agustín Marchesín apenas ha jugado dos años y medio con el club América. Vista la profundidad de este vínculo, vista la compenetración que logró con la masa social águila, visto el dominio que tuvo de la esencia de esa institución (desafío y arrogancia hacia fuera, exigencia y trabajo hacia dentro), pareciera que el portero argentino se va del equipo tras una estancia no menor a ocho años.
Marchesín llegó cuando lo único que el América no parecía necesitar era un guardameta. Moisés Muñoz implicaba una garantía, con el simbolismo añadido de su gol en pleno tiempo de compensación de una final en 2013. Todavía no pisaba el césped y Marche ya se enfrentaba a dos severos rivales: el primero, sustituir a un ídolo como Muñoz; el segundo aquellas declaraciones en las que se jactaba de que nunca portaría el uniforme del América.
De inmediato, sus actuaciones lograron convertir en curiosas aquellas viejas palabras y hacer digerible la partida del apodado “arquero del milagro”. En pleno debut ya elevaba su listón atajando un penal y a partir de eso añadiría algo más a su espléndido rendimiento: el articulado discurso, el retar a periodistas con gracia y carácter, el erigirse portavoz del aficionado, el ser un líder positivo, el comportarse como si hubiese nacido en Coapa y no en la localidad argentina de San Cayetano. Tan ejemplar al alinear, como al entrenar, un tipo integral.
Vivir el naufragio argentino del pasado Mundial a miles de kilómetros de distancia y reparando en que el desastre albiceleste empezaba con porteros inferiores a él, pudo sembrar la semilla de su partida un año atrás. Marchesín no iba a ser considerado estelar por su selección por bien que lo hiciera en la Liga Mx. Acaso disputar la Champions League con el Porto representa el atajo para que uno de los mejores cancerberos del mundo reciba el crédito internacional que merece.
Será muy difícil llenar su vacío bajo los tres palos. Lo será todavía más a nivel institucional. Fichajes, estrellas, refuerzos, hay muchos cuando se dispone de dinero. Hallar a quien entienda tan bien para quién juega, eso suele complicarse más…, a menos que se apellide Ochoa.
Twitter/albertolati
LEG