Por segunda vez en pocos días –la primera fue con el cuartelazo legislativo en Baja California–, bastantes de los demócratas que decidieron apoyar a este régimen tuvieron que cumplir con el ritual de respirar profundo y tuitear que no, no es admisible una ley como la aprobada en Tabasco, la Ley Garrote, que sí: fue creada para defender la construcción de Dos Bocas, catalogada como “estratégica” por la actual administración y sus fieles y como un disparate integral por el resto del mundo; y que sí, abre la puerta a reprimir cualquier protesta: que pone en peligro el derecho a manifestarse.

 

Esos demócratas, por supuesto, tienen razón. Sí: segunda vez en pocos días que se le planta un varillazo en las rodillas al Estado de Derecho, a las garantías individuales, a los principios democráticos. En lo que no tienen razón es en rematar sus críticas con lo de “esto no es propio de un régimen de izquierda”.

 

¿En serio? La historia del siglo XX es en grandísima proporción la evidencia de que la izquierda no sólo reprime, sino que lo hace como nadie. Sí, los campos de concentración tienen origen soviético: los echó a andar Lenin y los masificó Stalin, con sus 20 millones de muertos, sus purgas, sus hambrunas. Sí: Mao, con su salto adelante, con su Revolución Cultural, arrasó con 50 millones de chinos. Sí: los Jemeres Rojos asesinaron a un par de millones de personas más.

 

Sí: Corea del Norte es como la pintan. Sí: Cuba es un Estado policiaco; sí: lo patentó Fidel con ayuda de los soviéticos y la Policía Secreta de Alemania del Este, la Stasi, de una eficacia sin precedentes. Y no, el Che no era un libertario: léanlo; cuenta sin tapujos cómo le gustaba ejecutar a la disidencia, y montó abundantes fusilamientos sin juicio, y creyó en el totalitarismo soviético hasta que dudó si no era mejor el maoísta, y formó parte del régimen homofóbico que creó los UMAP, los campos de reeducación.

 

Sí, Nicaragua es un Estado represivo comandado por un hombre formado en el leninismo. Sí: Maduro ha asesinado y torturado a cientos y cientos de opositores, y no: Chávez no desató una represión equivalente, pero fue él quien puso al país en manos del aparato cubano.

 

¿Estamos ahí, en un escenario como ésos? Claro que no. Pero mejor estar atento a ciertos síntomas. Hay una izquierda represiva, como hay una derecha represiva (y como hay otras que no lo son). Negarlo equivale a asimilar la idea de izquierda a la de virtud, y la historia nos enseña que ahí empieza el camino a la catástrofe.