Yucatán y la península que lleva su nombre han sido reconocidos como una de las regiones más tranquilas del país. Muchas bromas se gastan en torno a la parsimonia que caracteriza a los habitantes de esta zona que en pocas ocasiones ha sido objeto de conflicto.
Un capítulo de nuestra historia, en 1826, vino a romper con la paz que hasta ese entonces ahí había reinado. Dos ciudades, Campeche y Mérida, se enfrentaron por una disputa comercial en tiempos de Guadalupe Victoria. Las diferencias que en ese entonces comenzaban a adquirir tintes bélicos, fueron zanjadas rápidamente.
Bajo otro escenario, en momentos completamente diferentes a los de hace casi 200 años, dos personajes, el campechano Alejandro Moreno y la yucateca Ivonne Ortega, encabezan una disputa por la dirigencia nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que ha subido de tono tras la victoria del ex gobernador en las elecciones internas celebradas el domingo pasado.
Pese a los pataleos y denuncias de sus detractores, Moreno Cárdenas será el próximo presidente del tricolor, cargo al que llega tras un desgastante proceso en el que 70% de los integrantes de este instituto político no creyó en la convocatoria para la renovación de su dirigencia nacional.
Fiel a su estilo, su más cercana contendiente, la ex gobernadora yucateca, ha aprovechado todos los foros para denunciar supuestas irregularidades en la organización y desarrollo de los comicios. Los términos utilizados para rechazar los resultados son poco usuales y van en contra de las tradicionales formas de hacer política en ese partido.
“No validamos estos resultados, aunque el partido esté dispuesto a acatarlos. La presidencia que surge de esta elección carece de legitimidad desde su origen, y carecerá de legitimidad hasta el final. Alejandro Moreno es y será sólo el presidente del fraude”, sostuvo hace dos días.
Frente a estas declaraciones, Alejandro Moreno deberá enfrentarse a tres distintos escenarios. El primero, que Ortega Pacheco prepare su salida del PRI, partido al que le debe toda su carrera política. Segundo, que la yucateca se mantenga dentro del tricolor como una fuerza opositora a la nueva dirigencia. Tercero, que eleve el costo de una eventual negociación.
Este último escenario ocurrió en el pasado reciente. Tras una serie de cuestionamientos a la presidencia del PRI y de críticas al proceso que llevó a José Antonio Meade a la candidatura presidencial, Ortega supo negociar, renunciar a sus aspiraciones y apoyar al ex secretario de Hacienda. El único problema fue que la yucateca puso la vara muy alta. Ofreció el apoyo de un millón 495 mil electores a través, supuestamente, de un mismo número de actas.
La historia revela que, en el caso de la yucateca, las expectativas rebasaron por mucho su capital político. Un episodio que seguramente Alejandro Moreno habrá de tomar en cuenta si es que el escenario de la negociación se llegara a presentar.
Segundo tercio. Algo le sabe Gloria Guevara, ex secretaria de Turismo, al tema que lleva como presidenta del Consejo Mundial de Viajes y Turismo. Preocupa que a ella le preocupe que el proyecto de aeropuerto en Santa Lucía ponga a nuestro país en desventaja competitiva.
Tercer tercio. ¿Habrá comentarios del titular de la SCT, Javier Jiménez? ¿Alguien lo ha visto?