Alonso Tamez

La historia mexicana nos ha enseñado que la protesta y los disturbios usualmente se dan cuando el sistema político, social y/o económico, no responde adecuadamente a una crisis, ya sea porque las opciones institucionales no existen, se han agotado, o porque no tienen legitimidad.

 

Recordemos Ayotzinapa y las protestas subsecuentes: el gobierno de Guerrero y sobre todo el federal, reaccionaron tarde e intentando minimizar la putrefacción sistémica detrás. Al ser una crisis sin respuesta, de manera natural se politizó en forma de disturbios y tensión.

 

Las recientes protestas de mujeres contra la violencia feminicida y de género ponen en entredicho el proyecto del México post transición democrática. En poco más de una década, la tasa de mexicanas asesinadas pasó de 1.9 por cada 100 mil habitantes en 2007, a casi 6 en 2018 (ENVIPE, 25/7/19). Y entre 2008 y 2018, más de 23,800 mujeres fueron asesinadas (El País, 07/03/18). Por lo mismo, las manifestantes no serán aleccionadas por la generación de políticos, de todos los partidos, que dejó crecer la plaga de violencia que las acecha.

 

Sin embargo, si las protestas actuales logran no perder momentum, en teoría, tarde o temprano el sistema responderá a manera de reformas; esa es una premisa de la democracia, tanto electoral, como en su significado más amplio de libertades civiles y derechos humanos.

 

Solo el tiempo dirá si dichas reformas funcionaron. Pero no podemos ignorar el significado real tras las protestas: el sistema inmunológico de nuestra democracia está señalando, literalmente a gritos y disturbios, una enorme amenaza existencial. Evidencia más clara no existe.

 

Tanto Sheinbaum como López Obrador están obligados a no cometer el mismo error de Ayotzinapa. Pero si este par ve que nuestro sistema tose sangre, y aún así se niegan a llevarlo al doctor, significa, cuando menos, que la teoría sobre la cual descansa nuestra democracia (que el sistema responde tarde o temprano) es mucho más débil de lo que pensábamos.

 

Y ello significará más ciudadanas, actuales o futuras, violadas y asesinadas en su camino a casa; o, lo que es lo mismo, el rotundo fracaso de México como una serie de valores, un proyecto de Estado y una noción de identidad, durante las primeras décadas del siglo XXI.

 

@AlonsoTamez