En algún punto estelar de la sala de trofeos del estadio Bernabéu, no tan lejos de las trece copas de grandes orejas o de la vasta colección de botas de oro y balones de oro que elementos madridistas han conseguido, habría de colocarse un arte objeto, de tan enigmático digno de Jeff Koons, tan simple como un fax.
Con él, podrá contarse la historia del futbolista al que tantas veces el Madrid desdeñó y quien, a cambio, ofreció un amplísimo repertorio de milagros a la feligresía merengue.
Un fax como aquel que el 31 de agosto de 2015 impidió, en su lento imprimir del contrato emitido desde Mánchester, que Keylor Navas emigrara a Old Trafford y en su lugar llegara al cuadro blanco el entonces (y sólo entonces) muy prometedor David de Gea.
Qué tan difícil de descifrar es la vida, que hasta ese momento el costarricense apenas había jugado una decena de partidos de medio pelo con el Madrid, como para irse con mínima recordación. ¿De verdad jugó un tico aquí? ¿Es en serio que fue suplente del gran Iker Casillas? ¿Keylor con K?
Tres años después del acto de dadivosidad y madridismo de ese fax, el muchacho que apuntaba a pasar a obscuras por el Bernabéu, levantaba su tercera Champions League; no había sido sólo titular en las tres coronaciones, sino medular y vital.
Hablarle de sacrificios y esfuerzos era innecesario. Para quien tuvo que dejar de ver a sus padres, en plena niñez, porque debieron emigrar a Estados Unidos a trabajar y lo encargaron con los abuelos; a quien era despertado a las cuatro de la madrugada para caminar kilómetros hasta el autobús y poder llegar a entrenar; para quien inició su camino europeo como suplente en la segunda división española; para él, eso era lo de menos.
Su etapa madridista tiende a terminar en breve con una valoración tan alta en lo humano como en lo profesional. Intachable y modélico, Keylor se irá dejando muy alto el listón de cómo se ha de cuidar la truculenta portería de un grande; y es que eso de tener que estar a plenitud en los tres disparos inconexos que se reciben por cotejo, sólo lo saben efectuar los elegidos.
Quien disfrute de sus atajadas, sea el París Saint Germain o cualquier otro club, será muy feliz.
Veremos qué pieza deja como testimonio en su respectivo museo, porque el fax de Navas tiene que instalarse como muestra permanente en la sala de trofeos del Madrid.
Twitter/albertolati