Ese amor por las viejas formas de hacer política del pasado hará, sin duda, que el 1 de septiembre próximo se reviva el Día del Presidente con todo y besamanos. Ojalá se ahorren el papel picado en las calles por cuestiones de cuidado del medio ambiente.
Pero está claro que no se desaprovechará la oportunidad para mantener la campaña presidencial intacta, tal como lo deja ver el propio presidente Andrés Manuel López Obrador en sus spots que saturan los medios de comunicación. Su mensaje es uno de triunfo electoral, no de conducción de los destinos del país desde la visión del estadista.
Y en ese fiel respeto a las formas antiguas de hacer política, el día del informe no podrá quedar aislado de la espectacularidad. Ya vimos en su informe de Gobierno tras un año de su triunfo electoral, que hay mucho amor a los reflectores, a la porra y al aplauso.
Para el domingo habrá fiesta en Palacio Nacional. Un mensaje, seguramente con invitados especiales, una abundante lluvia de otros datos y, por qué no, algún anuncio espectacular.
En los viejos informes de la segunda mitad del siglo pasado no sólo era importante saber qué había desayunado el Presidente.
Había algo más que una crónica puntual de cómo salía de la casa presidencial hasta el recinto legislativo; había la expectativa de que durante su mensaje ante el Honorable Congreso de la Unión diera a conocer cifras económicas habitualmente no compartidas, y en algunos casos se esperaban anuncios espectaculares.
Cuando erróneamente este país botó a su presidente del Congreso se mantuvieron el besamanos y el aplauso rabioso en eventos privados, pero perdieron peso las cifras, ya institucionalizadas, y los anuncios espectaculares.
Uno de los componentes que suele acompañar al Día del Presidente es el anuncio de cambios en el gabinete. Ya ha habido algunos de escándalo, como la renuncia del secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, pero en ese respeto a las viejas tradiciones, podría haber algunos relevos que hoy ya de hecho se anticipan.
Y en cuanto a los anuncios espectaculares, podría venir la declaratoria presidencial de hacer de su proyecto personalísimo de construir un aeropuerto comercial en la base militar de Santa Lucía un asunto de seguridad nacional para tratar de darle la vuelta a los recursos ante el Poder Judicial.
Podría, de paso, blindar otros de sus proyectos con ese mismo disfraz de interés de la nación, como la refinería en Paraíso, Tabasco, o el Tren Maya.
Si usara López Obrador algún recurso de ésos que le brinda el poder presidencial, sea el día del informe, antes o después, lo que sigue será ver si está dentro de la legalidad o tiene algún tinte discrecional. De eso dependerá la reacción de los mercados.
Cualquier acción fuera del ámbito de la división de poderes traería consecuencias mayores en la confianza.
Por lo pronto, de lo que no hay duda es del regreso del Día del Presidente a niveles que algunos no conocen y otros ya habíamos olvidado.