Astronautas del Apolo 11 dejaron huella en la capital

En forma de rocas lunares, la Ciudad de México resguarda un recuerdo traído por los astronautas Neil A. Armstrong, Michael Collins y Edwin E. Aldrin, quienes el 20 de julio de 1969 se convirtieron en los primeros seres humanos en pisar la Luna; dos meses después, sus pies ya no estaban en el satélite natural de la Tierra, sino en las calles de la capital mexicana.

 

Fue el 29 de septiembre de ese mismo año cuando los tres astronautas fueron recibidos como héroes en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, siendo éste el primer país que visitaron después de viajar a la Luna.

 

Acompañados de sus esposas y aclamados por la población que se reunió para recibirlos, recibieron ramos de flores y abordaron un Lincoln negro descapotable, proporcionado por el Gobierno mexicano, para trasladarse al Zócalo, escoltados por policías en motocicleta.

 

Fue en la calle 20 de Noviembre, ya en el Centro Histórico, donde la capota le fue retirada al vehículo y la gente pudo tocar a los héroes de aquella época.

 

Ya en las oficinas del desaparecido Departamento del Distrito Federal, el regente Alfonso Corona del Rosal los declaró huéspedes de honor y les otorgó medallas y las llaves de la ciudad.

 

Luego, en el Ángel de la Independencia, y rodeados de admiradores, los astronautas colocaron una ofrenda floral: “NASA. Apolo XI. Astronautas”.

 

Sin embargo, es en el Museo Universum, en Ciudad Universitaria, donde se resguarda un recuerdo traído por los astronautas.

 

 

Exhibición

 

El 12 de diciembre de 1994, dos rocas lunares, provenientes de dos misiones Apolo, fueron colocadas en el Museo Universum, en un prestamo otorgado por la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio de Estados Unidos (NASA, por sus siglas en inglés).

 

Eduardo Piña, curador educativo de la Sala de Cerebro del Universum, mencionó en una entrevista con 24 HORAS que las rocas llegaron al museo cuando el director general de ese entonces, el físico Jorge Flores, hizo una petición a la doctora Julieta Fierro, de la Sala de Astronomía.

 

“Ella apoyó esa petición allá en la NASA, en una reunión que tuvieron de la Unión Astronómica Internaciona,l y acordaron que Universum tuviera en exposición las rocas lunares: tenemos dos rocas una del Apolo 11 y otra del Apolo 17”, explicó Eduardo.

 

“En 1994 llegaron al vestíbulo del museo que ahora es la cafetería y oficinas de la dirección del museo; después se retiraron de ahí para hacer la cafetería y se colocaron en la sala del Universo, donde actualmente se encuentran”, expuso.

 

Destacó que la proporción de calcio de estas muestras exhibidas es diferente a las rocas terrestres.

 

Por otra parte, señaló que cuando los hombres llegaron por primera vez a la Luna las patas del Apolo 11 eran muy grandes, como precaución ante la posibilidad de que se fueran a hundir con el polvo lunar ya que se desconocía qué tan profundo o qué tan espeso era; los siguientes Apolo ya no tenían patas tan grandes.

 

Xavier Rodríguez

 

jhs