Se nos está yendo la mejor voz en español de todos los tiempos, la voz de México para el mundo. Si hubiera cantado en inglés, hubiera sido más afamado a nivel planetario que Frank Sinatra. Y nos deja huérfanos, desamparados en un mundo donde reina la cultura de lo desechable, donde todo es rápido, cambiante, vertiginoso, un mundo que olvida más rápido de lo que recuerda.
José José nunca pasará al olvido, nadie podrá borrar medio siglo de emoción colectiva que se nutrió de sus grandes baladas, en México, por supuesto, y mucho más allá, en todo el mundo hispano, sin olvidar a la Francia de Charles Aznavour y Gilbert Bécaud.
Y quienes aún no nacen se emocionarán con las historias de un hombre que no se avergüenza de “querer saborear su dolor” o “de haber sido de todo y sin medida”. Y organizarán karaokes en su honor, en las cantinas o en la calle. Y harán lo mismo los hijos de sus hijos.
Con la voz del Príncipe, prodigiosa, aterciopelada, inigualable, vibraban hasta los contrincantes de la canción romántica latina. Lo recuerdo muy bien. Durante mi estancia en México, hace unos ayeres, “La nave del olvido”, “Gavilán o paloma” o “Almohada” llenaban todos los espacios, prácticamente sin interrupción. Sonaban en el súper, en el pesero, en los parques, en los campos universitarios, en los cafés llenos de enamorados, en hogares pobres y ricos... por doquier.
Cada nota, cada frase, quedaba rápidamente grabada en nuestra memoria y rápidamente pasaba a formar parte del repertorio colectivo. La temática de las canciones fascinaba no menos que la fuerza interpretativa. Cuando en 1982 el rey de los escenarios operísticos, Plácido Domingo, grabó con su poderoso tenor “El Triste” lo popular y lo elitista se volvieron indisociables.
Ascender a los altares, caer al agujero negro, “rodar de acá para allá”, resurgir de sus cenizas entre el amor, el desamor, excesos etílicos, alucinaciones y otros demonios. ¿Cómo cumplir con este guión de vida, y encima dedicarle canciones?. Solo José José fue capaz de consumar la hazaña. Y lo hizo ante un público conmocionado que hoy se da cuenta que cada compás de sus melodías corresponde a un momento concreto de su existencia, o dos, o varios. ¿Cuántos niños no habrán sido concebidos en el planeta con las canciones de José José como música de fondo?
Hoy la nostalgia toca las fibras más sensibles. Se va la mejor voz del romance, se va el ícono de México, se va una época, se va el soundtrack de nuestras vidas.
¡Hasta siempre, don José José!