Trabajar 16 horas al día y no dar resultados, no es productivo. Citar a Jesucristo, pero vivir atacando al prójimo por pensar diferente, no es predicar con el ejemplo. Promover un libro con la fórmula de una economía moral, como un modelo alternativo que da como resultado un crecimiento de cero, es claramente un método fracasado.
Pero, aun así, sin crecimiento, con alta inseguridad, sin congruencia ni resultados, la popularidad presidencial y de la 4T se mantiene muy elevada. Los grupos de seguidores resisten estas malas cuentas y siguen buscando en alguien más las responsabilidades claras de los que ahora gobiernan.
Más allá de las consecuencias tan negativas que tiene para la vida de las personas que la economía no crezca y que la inseguridad se adueñe de las calles, algo que pesará mucho en un futuro no muy lejano, son todas las decisiones que se dejan de tomar o bien que se decide en sentido contrario de lo que debería ser.
Este Gobierno está procrastinando (dice la Real Academia Española que procrastinar es diferir, aplazar) algunas de las decisiones más importantes para la estabilidad futura de este país.
Subsidiar combustibles para todos, no actualizar tarifas del transporte público, no reformar el sistema de pensiones, no hacer valer leyes y reglamentos de manera selectiva.
No hay que perder de vista que muchos de los conflictos sociales que hoy mantienen encendida a una parte importante de América Latina tienen que ver con decisiones que se postergaron y que cuando se tuvieron que asumir, generaron enormes conflictos.
Bolivia es un país al que hay que ponerle atención por ese aferramiento al poder. Las cuatro reelecciones de Evo Morales preparan un escenario futuro de conflicto cuando ese antidemocrático mandatario tenga que soltar la presidencia.
En Ecuador, su economía no pudo resistir por más tiempo los subsidios a las gasolinas y cuando liberó esos precios estalló la crisis.
En Chile, un ajuste en el precio del metro abrió la caja de Pandora de otros conflictos sociales dormidos, como la falta de recursos en el sistema de pensiones, y estalló la crisis.
En Argentina, un Gobierno que intentó corregir los desequilibrios que dejaron años del populismo, lo hizo mal y llevó a la economía de ese país a recaer en una crisis y a su población a reelegir a aquellos populistas que los metieron en grandes problemas.
En estos países ha habido un margen de expresión democrática para que los ciudadanos se manifiesten en las calles. Porque hay otros países latinoamericanos, donde las condiciones son mucho peores, pero la libre expresión es aplastada: Venezuela, Nicaragua y el campeón de las crisis y la represión: Cuba.
México, pues, está en una fase de procrastinación de muchas de sus decisiones estructurales más importantes, como la inseguridad, las pensiones, el costo del transporte público, los impuestos, el nulo crecimiento y demás. Pero hay un discurso carismático que mantiene la calma social.
Pero esas palabras tienen un límite en sus efectos sedantes, por lo que deberían usar este valioso tiempo para recomponer las cosas.