El análisis que recién acaba de hacer el Fondo Monetario Internacional sobre la economía mexicana es muy claro en sus conclusiones: la economía mexicana resiste a pesar de la incertidumbre de las políticas públicas de este Gobierno.
La desaceleración es incuestionable y los estragos en los bolsillos empiezan a ser evidentes. Sin embargo, en México hay consumidores resilientes, aguantadores pues, que se resisten a mostrarse pesimistas, a pesar de un año completo de baja constante en el desempeño económico.
El INEGI y el Banco de México elaboran de manera conjunta el Indicador de Confianza del Consumidor (ICC), que a veces parece más un indicador de la fe de los mexicanos que de un sentimiento económico.
Y es que, desde que el actual Gobierno decidió la cancelación de la construcción del aeropuerto de Texcoco y desde que el senador Ricardo Monreal hizo su primer intento para que los bancos regalaran sus servicios financieros, allá por octubre de 2018, la economía mexicana no ha parado de caer hasta el actual nivel de cero crecimiento.
Sin embargo, los consumidores han expresado un nivel de confianza que ha rozado los niveles de la euforia. En algún punto del inicio del sexenio, cuando ya la economía se deterioraba, los consumidores encuestados mandaron al ICC a niveles máximos históricos.
El mal manejo económico y la evidente desaceleración hicieron pocos estragos en la confianza de los consumidores que redujeron ligeramente su euforia. No lo suficiente como para que este indicador coincidiera con otras encuestas de confianza, como la de los inversionistas, los empresarios o los analistas, pero sí a un nivel más aterrizado.
Si el ICC fuera el único referente que tuviéramos de la economía mexicana, llegaríamos fácilmente a la conclusión de que la 4T lo logró y ya estamos creciendo al 4% anual. Es increíble que los consumidores encuestados consideren que hoy la economía está mejor que hace un año.
Nada más lejos de la realidad, pero esa resiliencia de los consumidores puede servir para que la economía salga, eventualmente, de la condición de estancamiento actual. A los consumidores confiados ya solo les hace falta tener los medios para poder realmente consumir.
Porque cuando la pregunta es sobre las posibilidades de comprar ropa, zapatos o salir de vacaciones, ahí sí hay una baja en las respuestas positivas.
Ahí es donde hay coincidencia con la realidad de los datos duros. Los indicadores de las actividades terciarias, donde está el comercio y los servicios, ya muestran niveles de estancamiento.
Estos últimos dos meses del año son los más intensivos en materia de ventas al menudeo. Entre el Buen Fin y las compras navideñas se concentran las cifras más importantes de la actividad comercial del año.
Sin embargo, la confianza de los comerciantes no está en los niveles de optimismo de los consumidores. Dentro de los indicadores de confianza empresarial que hace poco dio a conocer el INEGI, la parte referente al comercio muestra una baja notable en su optimismo de poder vender.
Ya nada más falta que esos consumidores confiados y contentos empiecen a consumir para mejorar la condición económica actual.