A muchos de los inversionistas extranjeros que tienen que ver con los flujos financieros a México les llegó el resultado de la encuesta entre administradores de fondos de inversión que aplica el Bank of America Merrill Lynch (BofA) en la que 73% de los encuestados consideran que este país eventualmente perderá el grado de inversión.
Y cuando algunos de ellos, preocupados por lo que veían en este reporte, solicitaron las últimas noticias de lo que ocurría en México, para darse una mejor idea de las condiciones locales, se encontraron con esto:
Un ex presidente boliviano, acusado por la Organización de Estados Americanos (OEA) de llevar a cabo un autogolpe de Estado, recibido con cariños en exilio por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Un Senado mexicano imponiendo a punta de jalones y en un proceso fraudulento, la voluntad del Presidente de que una admiradora suya, militante de su partido sea la titular del organismo autónomo de Derechos Humanos. Y la puesta en marcha de una estrategia similar para el órgano electoral.
El crimen terrible e impune de las mujeres y niños LeBaron, el fallido operativo de Culiacán, los niveles más altos de muertes violentas en la historia reciente del país.
Y si consultaron el reporte económico, se encontraron con un Producto Interno Bruto sin crecimiento, con un sector industrial en recesión y una negación de la autoridad sobre esta precaria condición de la economía.
Así, cuando los que toman decisiones de los flujos financieros a México, que despachan en Wall Street o en la City de Londres, se encontraron con algo que seguramente los alertó.
La encuesta del BofA entre aquellos que, no son ni de la mafia del poder, ni opositores a Morena o analistas de mala fe, señala que el mayor riesgo para las finanzas mexicanas se da por las decisiones del Gobierno, eso implicó al 58% de los que respondieron la encuesta.
A estos apabullantes factores internos, le suman la larga lista de situaciones externas que pueden afectar a México, empezando por la previsible desaceleración de la economía de los Estados Unidos.
Una pérdida del grado de inversión de la deuda soberana mexicana marca una diferencia abismal de las condiciones económicas del país.
Es un hecho que, por cuestiones generacionales, hoy son mayoría los mexicanos que no tienen recuerdos de lo que implica vivir en la incertidumbre financiera.
Lo que hemos visto hasta hoy es una desaceleración económica: menos empleos creados, menos consumo, una actividad económica más lenta que cada día se nota más en las calles. Pero nada que ver con las consecuencias de no contar con la estabilidad que da un grado de inversión para las finanzas del país.
Ya son 7 de cada diez expertos que anticipan que se perderá ese grado de confianza en la deuda mexicana, es difícil saber qué tan a tiempo se estaría de evitarlo. Lo cierto, para que después no haya sorprendidos, es que es el propio gobierno mexicano con sus decisiones quien lo está provocando.