¿Se imaginan tener al enemigo en casa? Pues esta es la realidad de los mexicanos desde el 1 de septiembre pasado, cuando una de las 128 curules del Senado es ocupada por un extranjero. Sí, por más inconstitucional que suene.

 

Lo agravante no es solo que un canadiense viole nuestra soberanía, sino que tenga voz y voto en las leyes mexicanas y además que de la mano del cinismo impulse iniciativas para afectarnos. Antes de que ocupara un escaño como senador, la sociedad  civil y los sindicatos lo advirtieron, se denunció que Napoleón Gómez Urrutia tenía la nacionalidad canadiense.

 

Reza el dicho: “Favor con favor se paga”. Y sí, los canadienses dieron cobijo a Napillo por más de una década, luego de que salió huyendo de México por la muerte de 65 mineros en la mina Pasta de Conchos. Las manos de la justicia social lo señalaron porque a cambio de dinero permitió que la mayoría de estos hombres laboraran bajo condiciones mínimas de seguridad, no tenían prestaciones ni servicio de salud, estaban bajo la figura de outsourcing, misma que hoy engañosamente repudia.

 

Durante su estancia en Canadá, en 2014, obtuvo esa nacionalidad, según declaraciones de su abogado Marco Antonio del Toro. Para ese entonces, Napo no solo era buscado por el gremio minero sino que también por la justicia por defraudar a más de 9 mil mineros al robarles 55 millones de dólares provenientes de la venta de las acciones de la mina Mexicana de Cananea. Sin embargo, esto no le importó a los sindicatos canadienses, quienes lo apoyaron porque sabían que tarde o temprano le cobrarían la factura.

 

Se sabe que Napito apoya económicamente a la Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales, a la AFL-CIO, la mayor organización sindical de Estados Unidos y Canadá; a cambio él logro escapar de la justicia y hoy por sus venas corre más sangre canadiense que mexicana y así lo demostró durante la pasada negociación del TMEC.

 

El 6 de septiembre el senador se reunió curiosamente con Richard Trumka, líder de la AFL-CIO, ambos externaron como nunca su preocupación hacia los trabajadores mexicanos, Trumka, dijo que no se debería firmar el TMEC ya que existen dudas de que México cumpla con las condiciones laborales que ellos exigen.

 

Al poco tiempo y bajo la figura de presidente de la Comisión de Trabajo del Senado, Napo promovió una iniciativa con la que pretendía golpear a México, a las empresas nacionales y de paso dejar sin empleo a millones de mexicanos: quería prohibir las contrataciones por outsourcing al argumentar que en nuestro país se pisotean los derechos laborales. Este hecho desmedido por sus tintes antipatrióticos, dejó entrever que ni los propios legisladores mexicanos creían en el cumplimiento de las leyes en nuestro país.

 

Pero sus intenciones e iniciativa fracasaron: la AFL-CIO no logró que su cabildero estrella tuviera éxito. Gómez Urrutia es sinónimo de hipocresía, se dice líder minero pero a diario amenaza con cerrar minas a capricho, desde su curul sabotea las inversiones extranjeras en México, es una vergüenza que mancha al sector. Hoy el TMEC es una realidad al igual que las manos que lo apuntan como un traidor y enemigo de México.