El fracaso es, más que un derecho, una obligación: todos, sean individuos o equipos, tendrán que exponerse a una derrota más pronto que tarde, finalmente también de eso se trata el deporte como la vida.
Asunto muy diferente resulta el acostumbrarse a caer, el convertirlo en destino habitual. Pongamos por ejemplo al combatiente Rafael Nadal, eliminado horas atrás en cuartos de final del Abierto de Australia, con la certeza de que ha sido una excepción y de ninguna forma la norma.
Algo que se ha instalado con carácter de inevitabilidad en el otrora omnipotente Manchester United.
Durante más de dos décadas, con Alex Ferguson al mando, fue raro el año en el que los apodados Red Devils no levantaron algún trofeo. Hubo temporadas de hasta tres títulos (la inolvidable 1998-99, Champions League incluida), aunque incluso en las que no engrosó su listado de coronas, fue con la certeza de que peleó al límite en cada certamen y de que el tropiezo en cuestión podía interpretarse como un paréntesis en su marcha triunfal –tan diferente a los mal llamados grandes que hacen de sus escasas glorias un paréntesis en su camino de desastres.
El United deambula a años luz de la cima en la Liga Premier, con el único consuelo de alzar la Europa League (torneo muy menor si se consideran no sólo su tradición, sino el presupuesto con el que se ha configurado su plantel) o la Copa FA. La realidad post-Ferguson, tan temida, es aun peor vista a siete años del despido del patriarca escocés. Más que una nueva derrota en derbi contra sus vecinos del City, es la sensación de que al cuadro de Old Trafford ya no le genera extrañeza o incomodidad el perder.
Por traducirlo a términos del futbol mexicano, tan diferente por la mucho menor asiduidad con la que nuestros teóricos grandes se coronan, algo como lo que le pasa a Chivas, echado de la Copa Mx por un equipo del ascenso sin que nadie parezca demasiado alarmado.
Sí, es grave y no porque nadie tenga derecho a resbalar. Lo es cuando el resbalón se hace tan convencional que ya ni genera sorpresa.
Los grandes tienen semejante nivel de convocatoria y ventas por un historial de poder. Noción deslavada cuando la tradición es de poder… pero de poder perder, como acto de permanente posibilidad, como permiso para no ser lo que ese escudo solía exigir.
Twitter/albertolati