El día de hoy se concreta formalmente la salida del Reino Unido de la Unión Europea (Brexit) tras meses de desconcierto y arduas negociaciones entre ambas partes. Por un lado, teníamos un Gobierno británico dividido que demostró signos de debilidad política que, a la postre, traerán consecuencias inmediatas, primordialmente de carácter económico, así como para la propia conducción de su política interna y, por ende, de la futura relación con el bloque regional, integrado ahora por 27 Estados. En este contexto se impuso la figura del primer ministro, Boris Johnson, como el principal impulsor del Brexit, aun a costa de mayores pérdidas por una eventual salida sin acuerdo y por las divisiones generadas al interior del Partido Conservador que lidera.

Del otro lado del Canal de la Mancha, que separa la isla británica de la Europa continental, se encuentran Estados miembros con posturas diferenciadas sobre las ventajas y desventajas que implica el hecho sin precedentes de la salida de un país de la UE: aquellos con gobiernos proclives a una mayor integración como respuesta a las pérdidas económicas, políticas y sociales, y aquellos con gobiernos nacionalistas y euroescépticos que visualizan este acontecimiento como un argumento que podrán utilizar para debilitar al bloque regional y propugnar por una mayor independencia de las instituciones comunitarias.

Ahora ha quedado atrás la incertidumbre sobre el Brexit, pero se abre un nuevo capítulo con muchas expectativas debido a las negociaciones que deberán establecer las partes para llegar a acuerdos en los distintos temas que implica pertenecer a un bloque regional por 47 años. Si bien es cierto que durante 11 meses los ciudadanos británicos y europeos continuarán siendo beneficiarios de los derechos previamente acordados por la Unión de los 28, tales como la libre circulación, la atención médica y las pensiones, por mencionar algunos, es indispensable que las partes negociadoras inicien conversaciones sobre la eventual suscripción de un tratado de libre comercio y, en general, sobre el futuro entre las partes.

Aun cuando el Reino Unido será un socio estratégico y prioritario para la UE, quizás en términos similares, o incluso mejores que los países que integran la Asociación Europea de Libre Comercio (Islandia, Liechtenstein, Noruega y Suiza), no hay que perder de vista que será un tercer país como cualquier otro que no pertenece a la Unión y, por ende, podrá alinear su política interna a objetivos distintos, sobre todo en temas sensibles que se discuten principalmente en mecanismos regionales e internacionales de cooperación. Asimismo, será necesario observar el viraje que haga el Gobierno británico en términos de sus relaciones bilaterales, sobre todo con Estados Unidos, China y Rusia, países que han puesto en jaque las reglas del sistema internacional que se han respetado desde el fin de la Guerra Fría en la década de los años noventa del siglo pasado. Esperemos que por el bien de los ciudadanos británicos y europeos se materialice lo que en su momento afirmó la escritora británica Zadie Smith: “El pasado siempre será tenso, el futuro perfecto”.

 

* El autor es doctorando en Administración Pública por el Instituto Nacional de Administración Pública AC, maestro en Estudios en Relaciones Internacionales y licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), académico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.