Lejos de los clubes nocturnos de Berlín o de los lugares turísticos, jóvenes traficantes de droga, muchos de ellos inmigrantes, llevan una existencia marginal. Esa es la historia de la película Berlin Alexanderplatz, del director afgano-alemán Burhan Qurbani.
En una adaptación de la novela de 1929 de Alexander Doeblin, la película se sumerge en debates contemporáneos sobre la inmigración y la identidad que están atormentando a Alemania al convertir a Franz, un pequeño ladrón que está en el corazón del libro, en Francis, un refugiado africano interpretado por el artista guineano-portugués Welket Bungue.
Nacido en Alemania, hijo de refugiados afganos, Qurbani dijo que la inspiración para la película, que se estrenó el miércoles en el Festival de Cine de Berlín, provino de un deseo de que los traficantes del parque Hasenheide de Berlín formen parte de la historia alemana.
“Vi el parque, un lugar recreativo donde se venden drogas, y me introduje en esa comunidad”, dijo en una conferencia de prensa. “Si hubiera escogido individuos, no se hubiera percibido como una historia sobre Alemania y se desvanecería”, agregó.
Alemania aún está convulsionada por los debates sobre la inmigración, cinco años después de que la canciller Angela Merkel dejara entrar a más de un millón de personas de África y Oriente Medio en medio de la peor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial.
Sus seguidores elogiaron una medida que calificaron de humanitaria por los peligros que enfrentan los inmigrantes que cruzan el Mediterráneo, pero otros la acusaron de avivar las llamas de los partidos de extrema derecha y sus ideologías asociadas, que han estado detrás de ataques contra judíos y musulmanes en los últimos años.
Aunque la novela comienza con la liberación de prisión del protagonista, Franz Biberkopf, y su deseo de llevar una nueva vida, la película empieza con Francis siendo arrastrado a las costas del sur de Europa, prometiendo llevar una buena vida de ahora en adelante.
Con un siglo de diferencia, ambos caen presa de psicópatas, fascistas y estafadores que se aprovechan de los más vulnerables y marginales, que abundan en burdeles, clubes y bosques de una ciudad en rápido crecimiento, todo impulsado por el anhelo de comodidad, riqueza y, sobre todo, dignidad.
“Soy de Guinea-Bissau, pero me mudé a Portugal a los tres años, así que desde el principio supe lo que es ser de afuera, venir de otro lado”, dijo Bungue, cuyo personaje está destrozado por la lucha entre su amor Mieze, interpretado por Jella Haase, y un personaje diabólico que lo lleva a volcarse al narcotráfico, que realiza Albrecht Schuch.
“El personaje no es ingenuo”, dijo Bungue. “El tema es cómo los que estamos afuera nos resistimos a sacar conclusiones fáciles sobre estos personajes”, agregó.
Para Qurbani, la historia refleja el ansia de dignidad y reconocimiento.
LEG