Los internos, 30, se sientan en silencio. Se ven fuertes. Algunos llevan vendas en las manos, luego entiendo por qué: van a enfundarse los guantes, lanzar unas combinaciones a las manoplas, pegarle a la gobernadora –ese cojín densísimo que se sostiene con dos asas, con forma de escudo– para finalmente hacer un round de sparring suave, con golpes marcados, sin afán de lastimar al contrincante. Pero eso será después. De momento, escuchan con atención al representante del Consejo Mundial de Boxeo, a la secretaria de Seguridad del Edomex, al subsecretario, a la autoridad del penal y, sobre todo, a mi amiga Eunice Rendón, que ha impulsado este programa con la tenacidad que la distingue y que me invitó a la cárcel de Tenango para ver la ceremonia, hablar con los reclusos, verlos boxear… Al final, reciben sus diplomas. Terminaron el ciclo. Algunos, incluso, pueden dedicarse a entrenar a sus compañeros.


¿Has practicado el boxeo? Estarás de acuerdo en que te salva de muchas cosas: circula la sangre, se disparan las endorfinas, quemas esa manteca tan aferrada, agarras fuerza, liberas violencia de un modo ordenado y solidario (porque en el ring estás solo, pero en el gimnasio hay trabajo de equipo), te relajas y te alegras. El boxeo, dijo alguien, es el deporte que todos los otros deportes quisieran ser. En las cárceles, su práctica trae efectos más que buenos: disminuyen los índices de la otra violencia, la mala, como los de adicciones, depresión y enfermedades varias. Lo sabe mi entrenador, Ramón Euroza, tipazo, que suele mandar a sus peleadores profesionales a las cárceles chilangas, donde también se hacen torneos y se entrena (el Gato González, contendiente a un par de campeonatos mundiales encerrado en el Reclusorio Oriente, ha hecho un trabajo notable como entrenador). Pero sobre todo lo sabe Eunice, que ha sido clave para que prospere en el penal de Tenango el programa “Knockout. No tires la toalla”.


¿Qué pasó en los tres meses desde esta primera etapa? Llegaron boxeadores profesionales y entrenaron a los internos, al tiempo que dos psicólogas trabajaban con ellos en el otro plano: el de las emociones, los sentimientos, las culpas. El del lenguaje, otro deporte que te salva. La idea es que los presos que están cerca de quedar libres sean eso que nunca son en las prisiones mexicanas: personas rehabilitadas, sanas y con un oficio en el que desempeñarse.


Tengo una camiseta que dice: “Pelear lo resuelve todo”. Paradójicamente, la frase tiene mucho de cierto.

                                                                               

                                                                                                                                   @juliopatan09