Peña, como Calderón hace seis años, aunque con mayor margen electoral, empieza su administración cuestionado. A pesar del inmediato reconocimiento internacional, aquí, su triunfo generó reacciones negativas. Con movilizaciones en la calle, enfrenta un llamado a abrirse al diálogo con su oposición, y con los que no votaron por el.

 

Videragaray, coordinador del gobierno de transición, anunció que dialogará. Veremos un indicio de la forma como el PRI lidiará con su primer gran reto: mostrar su capacidad y disposición a gobernar en democracia, su tolerancia y su voluntad para atender a los que no lo apoyan.

 

Los inconformes no son mayoría, sus cuestionamientos pueden carecer de fundamento técnico, legalmente. El problema es que, a nivel institucional, la respuesta tardará semanas. El IFE y el TRIFE no pueden pronunciarse de inmediato. Mientras se investigan la validez jurídica de las pruebas, el PRI tendrá que dar la cara.

 

En este contexto, veremos simultáneamente, las herramientas institucionales e informales de estilo del nuevo gobierno.

 

En el lado institucional, el nuevo presidente tendrá que definir una visión clara del rumbo hacia donde quiere transitar. Deberá definir sus prioridades y lograr que se reflejen en asignaciones presupuestales y en indicadores medibles y transparentes que prueben el ritmo de cumplimiento de sus metas.

 

Habrán indicios del tipo de gente que lo rodeará a lo largo de su administración. Esta señal es fundamental. La eficacia y eficiencia de su gestión dependerá, en parte de la selección de ese equipo y de su capacidad para dejarlos trabajar e incentivarlos a generar proyectos acordes a las necesidades sociales actuales.

 

Además, si el nuevo gobierno, quiere trabajar a la vieja usanza para acelerar resultados, tiene herramientas para lograr cambios legales. Solo las reformas constitucionales dependerán de sus negociaciones con la oposición. Sin embargo, si los cambios no son populares, enfrentarán un serio reto a la hora de la instrumentación.

 

Por el lado informal, veremos las primeras muestras de como lee a la sociedad y el tipo de relación que establecerá con ella. En sus prioridades se verán reflejados su entendimiento de las expectativas de la sociedad y de la necesidad de amplios sectores por ser tomados en cuenta más allá de sus líderes.

 

El posicionamiento priista respecto a las quejas postelectorales será una señal clave sobre el tipo de respuesta que darán a una sociedad que, por la urbanización, mejoró su capacidad de interacción y protesta. Con el resultado electoral, debiera haberles quedado claro que somos menos manipulables que antes. A pesar de su exitosa campaña, con o sin irregularidades, Peña vendió el mensaje de cambio pero no logró el “carro completo”.

 

El nuevo equipo necesita dar muestra de serenidad y renovación. Esperemos que  demuestre que aprendió a escuchar, y que está dispuesto a hacer que las irregularidades tengan consecuencias. Si tratan de controlar por la fuerza o buscan la indiferencia mediática, la reacción será contraria a lo que buscan e intensificarán las protestas. Si tratan de controlar todo desde arriba, logrando acuerdos solo con altos dirigentes políticos, contendrán a algunos grupos pero difícilmente agotarán al movimiento. Hoy, las negociaciones cupulares siguen siendo necesarias pero ya no suficientes para controlar un movimiento social.

 

Por eso, la respuesta del PRI, de Peña y de su equipo de los próximos días marcará una pauta clara del tipo de acuerdo social que buscarán implantar.

 

@cullenaa | Fb: La caja de espejos