Sí, vivimos tiempos de locura. Las democracias civilizadas, llamémoslas liberales, han cedido ante los populismos de todo signo. Eso, populismo, representa el corrupto de Trump, con esa prepotencia y ese machismo tan vulgar… y con muchas posibilidades de reelegirse. ¿Qué los Estados Unidos han resistido ese tsunami de derecha recalcitrante? Pues sí, pero la erosión institucional del Partido Republicano para empezar, es muy grave. Para no hablar de Inglaterra con el Brexit, un acto de suicidio xenofóbico que hará mucho, mucho daño, a muchos países. Pero hay más hechos ominosos: el ascenso de Podemos en España, con esa raíz chavista-madurista, el de la ultraderecha en la misma España, con Vox, o en Francia, con Marine LePen. México, desde luego, no ha sido ajeno a este viraje populista: 30 millones de votos lo hicieron posible.

Y es que las figuras mencionadas tienen grandes diferencias, pero también afinidades sustanciales: el nacionalismo ramplón, el desprecio por la sofisticación cultural, el discurso violento, el maniqueísmo, el desprecio a las leyes. ¿Terminará esta locura? Es de suponerse que sí. De hecho, déjenme ponerme optimista, aunque moderadamente. En la última semana hemos visto dos señales de que el mundo puede estar recuperando la cordura.

La primera, en México, donde el Presidente, furioso, llamó mentirosa a la gente que lo cuestionaba nada menos que en su casa, en Macuspana, mientras vociferaba que a la autoridad se le tiene que respetar. Es que fue una mala semana: lo increparon –otra vez– en el aeropuerto, Pemex perdió 35 mil millones de dólares pese al genio de Octavio Romero, nos volvieron a recortar el pronóstico de crecimiento y encima no logra desactivar –a chistes y rifas– al movimiento feminista. Resultado: una aceptación en franco declive.

La segunda, en los Estados Unidos, cortesía de los demócratas. En el llamado “supermartes”, Joe Biden, moderado, pegó un subidón y evitó que Bernie Sanders barriera con la elección. Sanders, un troglodita ideológico al que solo la muy perdida izquierda mexicana podría aplaudir, tiene efectivamente un pasado filosoviético, proclama su admiración por el sistema cubano de salud –una de las mentiras mejor contadas de la historia–, se niega a condenar a Maduro y basa su campaña en simplonadas contra Wall Street o las farmacéuticas y promesas imposibles de cumplir, como el sistema universal de salud. Que nos pregunten los vecinos adónde conduce esa retórica.

Así que sonrían: igual y no todo está perdido.

 

                                                                                                                                @juliopatan09