Martha Hilda González Calderón
Fui hija de un médico del IMSS. Mi padre siempre se sintió orgulloso de ser parte de esa noble institución. Nos enseñó que la labor de un médico debía ser de entrega total, de disposición permanente y de una lucha sin cuartel. Que lo mismo había que aplicarse por salvar una vida que por muchas.
Recuerdo que siempre se refirió con enorme admiración por las instituciones públicas del sector salud, especialmente por el IMSS, su casa de trabajo. Me vienen a la memoria, tantas pláticas de sobremesa, donde mi padre nos compartía las anécdotas de sus difíciles casos médicos; nos contaba de sus pequeños pacientes, las complejidades de sus nacimientos y cómo habían salido adelante. También era frecuente escucharlo hablar de algunos de los residentes que lo acompañaban en las visitas médicas matutinas y la alianza que siempre tuvo con las enfermeras del servicio de pediatría. Siempre se enorgulleció cuando esos bebés, que él había atendido al momento de su nacimiento, lo visitaban acompañados de sus papás, a lo largo de su trayectoria como médico neonatólogo.
Los valores que observé en el desempeño profesional de mi padre, los veo reflejados hoy en muchos de los trabajadores del sector salud quienes, en el marco de esta pandemia, están arriesgando su vida por salvar a quienes se han contagiado del COVID-19. Tantos enfermos que no supieron en qué momento se infectaron y que, desafortunadamente, este desconocimiento hizo que fueran vehículo de contagio para otros. Atrás de los números fríos que arrojan las estadísticas, hay historias dramáticas de hombres, mujeres y sus respectivas familias, por superar la enfermedad.
En el marco del 1ero. de Mayo, es de aplaudir la actividad que realiza el personal del sector salud; hombres y mujeres anónimos que están arriesgando su propia vida, para salvar la de otros. Por eso es tan importante que toda la población obedezca las medidas de confinamiento para disminuir el número de contagios, sin perder de vista que es indispensable que haya trabajadoras y trabajadores que deben estar en la primera línea de batalla, atendiendo a los enfermos de la pandemia. Labor encomiable desarrollan esos hombres y mujeres, porque tan importante es quien aplica sus conocimientos médicos para atender a las víctimas del contagio, como quien humildemente hace la comida para los enfermos o limpia los centros hospitalarios. Debiéramos tomar más conciencia de esos trabajadores que hoy son las heroínas y los héroes de esta pandemia.
Resultan indignantes, las agresiones que están siendo objeto trabajadores del sector de salud, por parte de personas cuyas razones son difícilmente comprensibles, sino se atribuyen a razones discriminatorias o motivadas por la inconciencia. Agreden a quienes quizás, el día de mañana, deban de atenderlos. No se dan cuenta que hoy más que nunca necesitamos a esos profesionales de la salud para atender a un número creciente de enfermos. No es solo un tema cuantitativo, sino también cualitativo, porque los trabajadores de la salud deben estar fuertes, anímica y emocionalmente, debido a las batallas que deben de librar. Entre todos debiéramos reconocer y ayudar a todos esos médicos, enfermeras, administrativos, laboratoristas, camilleros y afanadores de los centros hospitalarios por continuar con una labor que hoy, más que nunca, se torna peligrosa y al mismo tiempo indispensable.
Es importante resaltar el trabajo de un sector que se ha visto presionado en demasía y ha tenido necesidad de echar mano de todos sus activos, incluyendo los que aún están en formación. Estando a la altura de circunstancias inimaginables, tiene que multiplicarse para atender a cada vez un mayor número de pacientes, pero está en pie de lucha, sufriendo contagios, dejando de ver a su familia, para protegerla; y perdiendo a sus propios compañeros en el cumplimiento de su deber. La alerta que emitió la OMS, a través de Tedros Adhanom, relativa a que “cuando los trabajadores de salud están en riesgo, todos estamos en riesgo”.
El Estado de México tiene el sector salud más grande de todo el país, por eso el Gobernador Alfredo del Mazo Maza avizorando las dificultades de la pandemia, ha fortalecido la red hospitalaria con un número creciente de hospitales, de los cuales 18 se ubican en la Zona Metropolitana del Valle de México, -epicentro de la pandemia, en estos momentos-, habilitando espacios y destinando recursos para un mayor número de personal médico y abastecer de los implementos necesarios para realizar su labor. Paralelamente ha encabezado personalmente la campaña, “Quédate en Casa”, donde advierte los riesgos de contagio en esta megalópolis. Apostando a las medidas preventivas, porque quedándose en el espacio privado se minimizan los riesgos de contagio. Además, ha dado indicaciones para asegurar los canales de suministros de productos y servicios básicos, por el bien de todas y todos.
Prevenir la enfermedad es tan importante como la oportuna atención de la misma. Es la única salida que tenemos los países emergentes para no saturar los espacios hospitalarios disponibles. Es de tal magnitud la importancia de quedarse en casa, que la OIT ha señalado que el 68% de la fuerza de trabajo mundial vive —el día de hoy—, en países que han previsto el cierre obligatorio de los centros de trabajo. Es la primera vez que los Estados del orbe han debido inducir, a toda velocidad, una desaceleración económica para frenar la pandemia. Esto ha afectado a 47 millones de empleadores, que representan el 54% del total a nivel mundial y más de 1,600 millones de trabajadores que laboran en áreas como la manufacturera, hostelería y restauración, inmobiliaria, administrativa, comercial, entre otras.
Lo anterior nos da claridad que la pandemia nos afecta a todos y a todas. Es iluso pensar que solo se circunscribe a un sector económico o a una región. Cualquier persona, no importando su condición social, puede ser contagiada; sin embargo, al propagarse entre personas vulnerables debido a sus condiciones de salud o económicas, la situación se torna aún más dramática.
Hoy los trabajadores y las trabajadoras del sector salud nos honran a todos como país. Tan importante es que realicen su actividad en las mejores condiciones, como buscar la forma de no incrementar las estadísticas y ocupar espacios hospitalarios que pudieran ser ocupados por personas con situaciones de salud más comprometidas. Así como esos trabajadores que están en la primera línea de batalla están entregados a su labor; tenemos que estar a la altura de las circunstancias que la pandemia impone: quedarnos en casa es lo que nos corresponde. No podemos dejar que la inconciencia nos gane. Si nosotros nos infectamos y somos asintomáticos, estaremos fácilmente infectando a otros.
Mención especial también merecen hombres y mujeres quienes, a pesar de la pandemia, continúan laborando en actividades consideradas como esenciales para mantener la vida comunitaria: trabajadores y trabajadoras de los sectores agrícolas, ganaderos, comercios, transportistas; de los distintos servicios de limpia, de seguridad, de abastecimiento de agua potable, de limpieza, entre otras actividades. Todos ellos contribuyen a que nuestra vida cotidiana sea posible.
Nosotros podemos ser factor de cambio al mostrar actitudes resilientes ante la pandemia. Nuestra conducta puede inspirar a otros para que ayuden a la disminución del contagio. Las trabajadoras y trabajadores del sector salud nos están poniendo el ejemplo. Su ejercicio profesional, en condiciones tan complejas, debe ser inspirador.
Hoy viendo la pasión por ejercer su profesión de tantos médicos en el país, comprendo más lo que en vida, mi padre reiteraba: el juramento hipocrático se honra día con día. Ellos honran cotidianamente su vocación de servicio. Su labor debe ser motivo de orgullo. La lucha contra el COVID19 no es solo su batalla, es la batalla de todos.