Uno de los iconos que sostiene a la república semiótica francesa, después de la torre Eiffel, es el automotriz. Charles de Gaulle apostó por desarrollar la industria junto a la de la aviación y el tecnológico. Renault, Concorde y Minitel son algunos de los ejemplos de tres productos y servicios competitivos que Francia tuvo a nivel mundial. Cuando nosotros nos imaginábamos la comunicación a la James Bond, en Francia ya tenían Minitel, una especie de correo electrónico gestionado por France Telecom.

 

El Concorde fue el avión supersónico que compitió contra la velocidad del tiempo, y  para algunos de sus pasajeros exóticos, no había mejor celebración de fin de año que hacerlo dos veces en menos de seis horas. Todo se arreglaba al viajar de París a Nueva York en un santiamén.

 

Durante muchos años Peugeot y Renault incentivaron el crecimiento del PIB orgullosamente francés hasta aquella tarde lluviosa en la que Renault anunció su matrimonio con la japonesa Nissan. En ese momento los franceses tuvieron que ceder la soberanía de la presunción nacionalista.

 

La semana pasada Peugeot tiró la toalla después de un trimestre fatal en cuanto a sus ventas. La crisis de consumo provocó que sus ventas cayeran 13% y el impacto lo recibirán ocho mil de sus trabajadores que saldrán de la empresa en corto plazo debido, entre otras razones, al cierre de la planta en Aulnay sous Bois (ahí laboran tres mil empleados).

 

François Hollande, con sesenta días en el gobierno, concluyó su luna de miel presidencial por la noticia. Los festejos revolucionarios le impedían ingresar al terreno de las malas noticias. Por ello, adelantó que hará todo lo posible para evitar que ocho mil empleados abandonen, por mandato administrativo, a Peugeot. El gobierno ayudará a todo el sector a través de dos vías: financiación de crédito (ya lo aplicó Sarkozy en otros sectores como, por ejemplo, el de los periódicos a través de subsidios en suscripciones a jóvenes universitarios) e incentivará con mayor agresividad el uso de tecnología verde (Francia fue de los pioneros en fabricar coches eléctricos).

 

En el camino sinuoso de la crisis, Hollande se cruza con Rajoy. Uno aplica políticas asistencialistas (de emergencia y no populistas) mientras que el otro decide revolucionar al sector público para tratar de acortar la brecha entre ingreso y gasto públicos. Los 56,400 millones de euros se traducirán en una Navidad amarga para los burócratas que no cobrarán aguinaldo, y en un golpe contra el consumo al subir el techo del IVA al 21% provocando modificaciones en la naturaleza de los hábitos de consumo en donde algunos productos que tenían demanda inelástica pasarán a tener una demanda elástica.

 

El origen del problema español es la especulación inmobiliaria. De marzo de 2011 a marzo del presente año, el costo de metro cuadrado en una zona prime de Madrid  (140,000 pesos por metro cuadrado) ha caído 4.3 por ciento. En el mapa, el piso más caro (en el sector de vivienda de lujo) se ubica en Mónaco donde el metro cuadrado cuesta 810 mil pesos según la consultora Knight Frank, le sigue Londres con 680 mil y Génova con 444,600 pesos el metro cuadrado.

 

En España existen tres millones de departamentos desocupados. Sin crédito, la brecha entre la ficción del sobre precio y la realidad de los mileuristas es abismal. A Rajoy se le cae la casa porque la fuente del crédito (la banca) está intervenida. Los ajustes que hizo la semana pasada suponen crecimiento en el consumo, algo que no necesariamente lo conseguirá. ¿Quién se animará a hipotecar el resto de su vida con gastos mensuales que cubren en 100% de los ingresos?

 

fausto.pretelin@24-horas.mx | @faustopretelin