Eran los primeros días de mayo de 2013. En la oficina de Fernando de Mateo, quien representaba a México ante la Organización Mundial de Comercio, en Ginebra, Suiza, sentados frente a un teléfono aguardaban la llamada Herminio Blanco, el embajador Juan José Gómez Camacho y quien escribe estas líneas.

 

Ese día la OMC debía designar a su nuevo director general. El brasileño Roberto Azevedo y el mexicano Herminio Blanco eran los finalistas para ocupar el cargo. De Mateo, quien se encontraba en aquella sede, tenía la encomienda de marcar a la Misión Permanente de México ante los organismos de la ONU para anunciar al elegido.

 

Se concretaba el esfuerzo de seis meses de arduo trabajo realizado por un reducido equipo coordinado por la embajadora Lourdes Aranda y liderado por el entonces canciller José Antonio Meade. México había decidido postular al ex secretario de Comercio, responsable de las primeras negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, para suceder al francés Pascal Lamy al frente de la OMC.

 

Pocos creían en las posibilidades de esta candidatura. Muchos apostaban a que se quedaría a mitad del camino. No fue así. De considerarse como escasas sus posibilidades, el intenso cabildeo realizado por el Gobierno mexicano y una estricta estrategia de medios a nivel global tuvo como resultado que uno de los aspirantes con menores expectativas llegara a la final de la contienda.

 

El diario británico Financial Times resumió el desarrollo de su candidatura de esta forma: “Pese a que en un inicio era considerado como una persona ajena para el trabajo, ahora cuesta imaginar a alguien con mejores cartas para optar por el trabajo”.

 

Dos visiones se confrontaron en la recta final. La del brasileño Azevedo -quien acaba de renunciar al cargo-, que buscaba enarbolar la causa de los países en vías de desarrollo, y la de Blanco Mendoza, quien pretendía aprovechar su experiencia como exitoso negociador para tender un puente entre las economías emergentes y el llamado primer mundo.

 

La ventaja de Azevedo radicaba en su experiencia como embajador ante la OMC, con un mayor diálogo con las diversas delegaciones, en particular con las africanas, con las que su país ha desplegado históricos vínculos.

 

Herminio Blanco le dio la vuelta al mundo. Visitó más de 50 países. Convenció acerca de la fortaleza de sus cartas credenciales. Reacio a interactuar con los medios, accedió a dar entrevistas y reunirse con los comités editoriales en cada capital a la que llegaba.

 

Finalmente, la llamada llegó, era la tarde del 7 de mayo de 2013 en Ginebra. El rostro de Herminio Blanco lo dijo todo. Del otro lado de la bocina, De Mateo, tajante, anunció “Fue Azevedo”. El consenso en la Unión Europea no se había logrado y, sorpresivamente, Estados Unidos no brindó todo su apoyo.

 

Con el subsecretario Jesús Seade, México incursionará nuevamente en esta aventura. El mundo se ha transformado, los equilibrios son otros y nuestro país deberá realizar un cabildeo aún mayor para superar los logros de Herminio Blanco.

 

Segundo tercio. Tres mexicanos han aspirado a la OMC. Antes de culminar su mandato, Carlos Salinas de Gortari promovió su imagen para ocupar el cargo. La crisis política del 94 impidió que su candidatura se formalizara. En 2013, Herminio Blanco y, siete años después, Jesús Seade.

 

Tercer tercio. Una candidatura de este nivel requiere una importante inversión política y económica.

 

                                                                                                                                                    @EdelRio70